Miguel Angel Rubio, estudiante de segundo de Historia, llega al campus cacereño cada día en el autobús urbano; Lourdes Avila, alumna de Informática de Gestión, lo hace en su coche. Maite Berrocoso, a punto de terminar la licenciatura de Terapia Ocupacional, también hace una vida normal . Sus historias podrían contarse como otras muchas entre los más de 6.000 universitarios de Cáceres. Pero no es así. Sueñan con una universidad distinta.

Hacer un examen, lograr unos apuntes o una simple visita al cuarto de baño se convierten en una aventura que superar sin las ventajas que tienen los demás. Y es que todos tienen una discapacidad: Miguel Angel es ciego desde los cuatro años, Lourdes se quedó en una silla de ruedas a los ocho y Maite necesita ir acompañada de una intérprete porque es sorda. Entre el bullicio de las facultades y el trasiego de alumnos, son el contrapunto al ambiente que se respira un día cualquiera en el campus.

EN BUSCA DE LA NORMALIDAD

El sol de otoño calienta y los estudiantes se sientan a la entrada de Filosofía y Letras. "Noto que me miran porque no están acostumbrados, aunque la gente es muy amable", afirma Lourdes con una amplia sonrisa que demuestra falta de complejos a pesar de vivir con la compañía constante de una silla de ruedas. Aunque está en segundo curso con 24 años, ya se ha matriculado de asignaturas de tercero. Todavía recuerda su llegada a la facultad: "Un profesor me tuvo que llevar una mesa para mí sola porque todas eran fijas. Ahora que tengo menos clases me voy al fondo y me coloco en la orilla".

Esta joven nacida en Robledollano, en el corazón de Los Ibores, tampoco lo tuvo fácil para salir del aparcamiento cuando no estaba asfaltado y subir a un autobús urbano puede convertirse en una ratonera si éste no consigue desplegar la rampa para discapacitados porque los coches lo impiden.

Lourdes tiene a favor que las aceras están rebajadas y los pabellones de la Escuela Politécnica disponen de rampas para poder entrar, aunque sólo funciona uno de los dos ascensores. Las dificultades aumentan si hay que encontrar un cuarto de baño adaptado para una persona, como ella, en silla de ruedas. "Sólo hay uno en el pabellón de Telecomunicaciones, pero no en el mío de Informática en el que, si entro, no cierra la puerta", señala. Lourdes tiene, para ir al baño, que trasladarse a otro edificio. "De paso, hago fotocopias", bromea. A pesar de todo ello, deja claro que "todo es más normal de lo que parece" en su vida universitaria mientras sueña con acabar la carrera el año próximo y trabajar.

UN BASTON, EL MEJOR AMIGO

¿Cómo resolver un examen sin poder escribir en un folio? Miguel Angel tiene la solución para aprobar a pesar de su ceguera. Una máquina con el sistema braille hablado le permite, previa comprobación de los técnicos de