Mauricio Wiesenthal (Barcelona,1943) es una rara avis . Este barcelonés ilustrado, descendiente de alemanes, llevaba una importante cantidad de libros escritos --algunos de encargo, otros para mera satisfacción personal-- cuando uno de ellos, El libro de réquiems , aparecido en una pequeña editorial y en una tirada destinada a familiares y amigos, fue recuperado por el editor Daniel Fernández para el sello Edhasa. Aquel volumen se convirtió hace dos años en un pequeño fenómeno --pese a las generosas dimensiones del volumen-- agotando ediciones y creando nuevos lectores. Ahora este hombre de otros tiempos, que reivindica la belle époque como el gran momento de la cultura europea, que conoció personalmente a Jean Cocteau y Paul Morand y suele mencionar a Rilke, Coco Chanel o Marcel Proust como quien habla de sus amigos, acaba de publicar El esnobismo de las golondrinas , emparentado con el anterior.

Wiesenthal, apasionado fetichista de los recuerdos, se traslada con este libro por la vieja Europa como viajero, que no como turista, "porque un turista es un desorientado y un viajero sabe siempre dónde está la salida". En sus más de 1.000 páginas, el lector se paseará por la Viena señorial de Stefan Zweig --uno de sus autores de cabecera--, por el palacio de Topkapi en Estambul, el lujo decadente del Orient Express o el Queen Elizabeth , la dolce vita en Roma o la melancolía veneciana. "Ya que no podemos ser viajeros éticos, aquellos que solo se mueven por el bien de los demás en misiones solidarias y olvidados del mundo, por lo menos procuremos ser viajeros estéticos", afirma el autor.

Bajo su aspecto de libro de viajes, o de novela culturalista, late una atípica autobiografía: "Esto podía haberse convertido en un trabajo de erudición intragable si lo hubiera escrito de una forma objetiva. Por eso he puesto mi vida como trama en el bastidor y sobre eso coloco mis lecturas, mis viajes, las personas que he conocido". La vocación europea de este hombre al que le ha llegado la consideración del gran público pasados los 60 arranca de muy atrás. "Yo nací cuando Europa estaba en llamas. Recuerdo haber visitado a mi familia en Alemania y haberme encontrado un país destrozado. Mis libros intentan reponer aquellas lámparas rotas, sacarle lustre a los muebles destrozados, para decirle a la gente que somos gatos, moviéndonos con sigilo en un hermoso mundo de ruinas que debemos preservar de las hordas de turistas victoriosos".

Recuerda Wiesenthal cómo de niño, cuando las cosas tenían difícil repuesto, su madre solía decirle: "No toques eso que se rompe". La frase se ha convertido en su divisa mientras se pasea por las calles de una Barcelona mestiza y asaltada por sus temidos turistas, última escala de su viaje literario: "Tengo miedo de que acabemos creando una ciudad de servicios y que perdamos irremisiblemente sus pequeños y hermosos detalles --como esas golondrinas en el buzón de la Casa de l´´Ardiaca que tanto me emocionan-- y que de repente se convierta en una sucursal más de Manhattan", concluye este peculiar escritor.