Hace ya muchos años que Miconos, una isla rocosa y pelada del archipiélago de las Cícladas, ejerce de prototipo de los lugares con encanto del Mediterráneo. La fórmula es sencilla: un paisaje ocre que contrasta con un mar turquesa, casas de un blanco cegador, balcones de madera pintada de azul claro, unos cuantos molinos bien puestos, playas con nombres de impacto (un ejemplo: Superparadise) y numerosas tiendas con glamur y bares musicales y discotecas en los que se concentra al caer el sol una marcha trepidante, tanto gay como hetero. Una comedia romántica de 1989, Shirley Valentine , la hizo popular entre los turistas británicos, que hoy se mezclan en sus playas con jóvenes italianos y con los miles de pasajeros de los cruceros que recalan en su puerto. También en la escena final de The Bourne Identity aparece Miconos, pero en esa película va todo tan rápido que lo raro es que no salga algún lugar.

Rebobinemos: la protagonista de Shirley Valentine es una cuarentona de Liverpool tan lastrada por la rutina que hasta habla con la pared; en un viaje a Grecia redescubre la alegría de vivir, e incluso tiene tiempo para liarse con un griego. No es extraño que, con estos ingredientes, las frustradas amas de casa británicas se pirren por ir a Miconos, aunque una vez allí descubran que la parte que más les interesa --el griego, por supuesto-- no siempre está al alcance.

Miconos seduce de entrada por el laberinto blanco de su capital, que tiene en la Pequeña Venecia a su barrio más famoso y en las iglesias de Paraportiani a su monumento más admirado. A estas bellezas hay que añadir una hilera de molinos de viento, las fachadas de unas casas que desafían al mar y unos pelícanos que ejercen de símbolo de la isla mientras se dejan ametrallar por las cámaras de los turistas.

El problema que plantea Miconos en verano es que es una isla cara con overbooking, ya que sus 6.000 habitantes reciben 150.000 turistas durante todo agosto.

--Dicen que hay crisis, pero aquí no se nota --rezonga el taxista--. No paran de venir turistas.

--Estuve aquí hace 20 años y veo que se ha construido mucho.

--Demasiado. Yo nací aquí y me sabe mal lo que ha pasado. La vida está carísima y al anochecer hay unos atascos que ni que estuviéramos en Nueva York. No sé dónde iremos a parar.

Cuando pregunto en información turística por la relación de Miconos con el cine, la chica que atiende pone cara de no sabe, no contesta . Pruebo más adelante con un par de camareros: tampoco les suena. Al final opto por ir a una librería, convencido de que allí me orientarán.

--No recuerdo ninguna película filmada en la isla --me dice un hombre con un tupido mostacho que se parece a Tom Conti, el actor que ejerce de griego que seduce a Shirley Valentine --. Pero hay una novela sobre Mikonos que se vende mucho: Murder in Mykonos . Es probable que algún día pase al cine.

--¿Resulta creíble para alguien de Miconos?

--La ha escrito Jerry Siger, un americano que viene mucho. Miconos está bien descrita, pero aparece un asesino en serie y esto no se da en la isla. Por cierto, le aconsejo que vaya de excursión a Delos. La novela acaba allí.

El hombre era un buen vendedor: entré a preguntarle por películas y salí con un libro bajo el brazo y con un billete para ir a Delos a la mañana siguiente.

Aquella misma noche me leí la novela: no está mal, aunque el final es forzado. Delos, en cambio, me gustó mucho: no en vano se trata de una isla sagrada para los antiguos griegos, que creían que allí habían nacido nada menos que los dioses Apolo y Artemisa.