Ocurre en todas aquellas playas en la que conseguir un espacio es muy complicado. A primera hora alguien coloca una toalla en el espacio ideal y se va. Durante horas, ese hueco está desocupado. Luego, de repente, llega toda la familia: sombrillas, pelotas, juguetes, nevera y hasta sillas plegables. No hay una norma sobre esto, pero apropiarse de un territorio y dejarlo vacío es como dice Teresa I.P.: "Bastante egoísta por su parte".