En estos días Cáceres se enfrenta a uno de los momentos más críticos de su historia reciente por la posibilidad de la instalación de una mina de litio a cielo abierto en la Montaña. Su población se divide y se debate, tanto en medios de comunicación como en redes sociales, si es conveniente para la ciudad este tipo de explotación o no. Por supuesto que a todos los extremeños nos debe preocupar seriamente el desempleo, la falta de riqueza y el futuro de nuestros hijos. Entre todos debemos trabajar para atraer inversiones, empleo y proyectos a nuestra tierra. Todo ello para que Extremadura sea una región activa y que se levante de su letargo.

Los grupos políticos, en concreto nuestros representantes municipales, se posicionan políticamente a favor o en contra del proyecto. La empresa minera ha solicitado al consistorio de la ciudad la modificación del Plan General Municipal (PGM). Un PGM que a día de hoy no contempla ni la mina ni ninguna actividad industrial y que otorga una alta protección ambiental a la zona de Valdeflores y al área de la sierra de la Mosca, afectada por las instalaciones del megaproyecto. La solicitud se está tramitando y según ha manifestado la alcaldesa se votará en pleno. Es aquí donde cada uno de nuestros concejales y miembros del equipo de gobierno se decantarán y harán visible públicamente una postura u otra, donde alzarán sus manos para votar si quieren un futuro limpio para los conciudadanos que representan o si, por el contrario, fuera de todo programa electoral, decidirán que nuestra calidad de vida se vea afectada gravemente.

Por este motivo es precisamente ahora cuando, por encima de los intereses espurios y de la estrechez de miras, hemos de reivindicar la defensa del bien común y la visión a largo plazo. Es ahora cuando debe aflorar la inteligencia y la sensibilidad de los cacereños para valorar y defender nuestro 'pequeño Monfragüe'. Por eso ahora, deberíamos huir de 'cantos de sirena', de proyectos envenenados y de los que, aprovechándose de la situación económica, piensan que vamos a morder el anzuelo que nos lanzan.

Si no lo hacemos la zona quedaría devastada por una mina a cielo abierto ubicada a menos de 2 kilómetros del casco urbano y a 1,5 kilómetros del nuevo y esperado hospital y Cáceres se convertiría en la única ciudad a nivel mundial que soportaría una mina a cielo abierto más próxima.

No nos olvidamos que la minería en el siglo XIX o inicios del XX, en el contexto de la 1ª y 2ª Revolución Industrial, sí podía ser un elemento de desarrollo, pero afirmar eso mismo en el siglo XXI, en plena 4ª Revolución Industrial y entrando en la era de la robótica, resulta cuanto menos anacrónico. Hay numerosos ejemplos de ello. Sin ir muy lejos, podemos ver el de las cuencas mineras asturianas, en las cuales durante décadas se desarrolló una actividad minera intensísima que, una vez que dejó de ser rentable, no trajo más que desolación, contaminación, desempleo y miseria en el valle del Nalón.

En el sur de Extremadura, la mina de Aguablanca de Monesterio demuestra con todos los datos que, después de unos años de explotación, en la actualidad no genera ni empleo ni riqueza, ahuyenta el turismo de naturaleza de la zona y contamina las aguas que abastecen a Sevilla.

Aprendamos, pues, de la historia y tengamos visión de futuro. En el pasado por ser cortos de miras, por primar los intereses particulares por encima de los generales, provocamos graves daños al patrimonio de los cuales hoy, ya demasiado tarde, nos arrepentimos amargamente.

Por eso, en esta lucha de David contra Goliat debemos defender nuestra joya natural de aquellos que para su exclusivo beneficio quieren exprimir la riqueza de nuestra tierra a través de, tal y como dicen en sus informes, una mina a cielo abierto low cost. Con empleos de baja cualificación que según avance la explotación decrecerán progresivamente y que, cuando la mina finalice, solo dejará un daño irreparable tras de sí.

Ante esta amenaza, es hora de abrir los ojos y defender nuestro patrimonio colectivo. Aunque algunos nos digan que la Montaña no tiene ningún valor, que en Cáceres lloverá el dinero y que la 'fiebre del litio' acabará con todos nuestros problemas.

En esta etapa decisiva debemos defendernos de ese: '¡Viva la mina! ¡Muera la Montaña!' que algunos lanzan a los cuatro vientos. Es el momento de recordar que miles y miles de cacereños se oponen a la destrucción de la sierra de la Mosca, desde la ladera de la Montaña hasta el Risco de Sierra de Fuentes, desde la Alberca y el Calerizo hasta la cueva de Maltravieso, que protagoniza las portadas de las revistas internacionales más prestigiosas y revoluciona la Prehistoria.

Prueba de ello son las cerca de 8.000 alegaciones que se presentaron en contra del proyecto de la mina de litio de Valdeflores, una cifra récord en la historia de Cáceres. Detrás de todas ellas hay mucho más de 8.000 personas, pues son alegaciones que canalizan la opinión de familias, asociaciones y diferentes colectivos. Más ciudadanos que los que votaron a cualquiera de los distintos grupos políticos representados en nuestro Ayuntamiento.

Por eso la defensa de la Montaña debe ser un tema transversal que aúne a personas de todos los tipos y procedencias en esta lucha por el bien común de la ciudad y por la preservación del bello patrimonio que nos legaron nuestros padres y que, como transmisores, hemos de cuidar y preservar para nuestros hijos. Si entre todos logramos conseguir ese objetivo, dentro de muchos años nuestros descendientes podrán disfrutar del 'pequeño Monfragüe'; pero si fracasamos, los que queden se pararán a maldecir la salud que se les arrebató y la falta de visión de aquellos que, por interés o desconocimiento, permitieron semejante daño. Para entonces, ¿quién dará cuentas? ¿Cómo podrá repararse un daño irreparable?

Si esta ciudad tiene algo realmente valioso son sus dos tesoros: la parte antigua como patrimonio histórico y la Montaña y sierra de la Mosca como patrimonio natural. La primera es bien conocida y respetada por todos; y la segunda, aunque menos conocida, no por ello es menos importante y valiosa. Éstos son los dos grandes patrimonios de todos los cacereños. Ambos son fuente de riqueza económica, gracias al turismo y otras actividades comerciales. Pero eso no es lo más importante, pues su valor trasciende lo monetario, ya que su valor social, cultural, sentimental, natural o paisajístico es enorme. Sinceramente: ¿cuántos millones de euros vale nuestra sierra? ¿Cuánto pagaríamos por un aire limpio, por un agua pura o por un entorno saludable? En definitiva: ¿cuál es el precio de nuestra joya natural? ¿Cuánto vale una Montaña verde y llena de vida?.

La autora es licenciada en Derecho y profesora de Formación y Orientación Laboral.