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oventa y cinco años atrás, en 1923, el conflicto bélico en Marruecos había dejado numerosas secuelas en la España de la época. Un acontecimiento que acabó motivando la sublevación militar dirigida por Miguel Primo de Rivera. En esas fechas, en Alemania se sentaron las bases del movimiento fascista liderado por Adolf Hitler. Y aunque pueda resultar anecdótico, ese mismo año se descubrió en Egipto la tumba de Tutankamón, se fundó el Real Club Celta de Vigo, Albert Einstein visitó Barcelona y en México fue asesinado el revolucionario Pancho Villa.

Hoy, casi todos estos titulares habrían

tenido hueco en alguno de los diferentes formatos de los que disponemos para consumo de información. Sin embargo, a comienzos del siglo pasado el acceso a la comunicación era muy limitado. Escasamente la prensa escrita y una actividad radiodifusora muy incipiente en España acercaban a los ciudadanos los aconteceres diarios de este país. Casualmente, ese mismo año en el que el mundo audiovisual era aún una quimera, se presentó la primera patente de televisión como un sistema de transmisión por telegrafía y en Estados Unidos salió a la calle el primer número de la revista semanal Time.

En ese contexto, nació un 1 de abril

de hace 95 años el Extremadura, un diario de la Acción Católica Diocesana fundado por Pedro Segura Sáenz, un cauriense que acabó siendo cardenal primado de España. Desde entonces, este rotativo ha intentado ser fiel a su principal valedor, sus lectores.

Casi un siglo da para mucho que contar.

No en vano, entre sus hitos más importantes se encuentra el que protagonizó uno de sus redactores, Juan Milán, quien narró la proclamación de Francisco Franco como caudillo de España al producirse la noticia en Cáceres en septiembre de 1936. A ello se suma el incansable trabajo realizado por centenares de periodistas que actuaron como fedatarios de lo ocurrido en esta tierra durante los últimos 90 años: el comienzo del Plan Badajoz, el nacimiento de la universidad extremeña, la visita del Papa Juan Pablo II a Extremadura, la llegada de la preautonomía, la elección de Juan Carlos Rodríguez Ibarra como presidente de todos los extremeños o los éxitos del fútbol regional en la Liga de la Estrellas.

Echando la vista atrás, nos acabamos

dando cuenta de que muchas cosas han ido cambiando, otras se mantienen inalterables. Entre ellas, el hecho de que el periodismo siga siendo uno de los pilares fundamentales de las sociedades democráticas. Reconozco que siento admiración por el desempeño de esta profesión, por la enorme responsabilidad de tener delante una hoja en blanco y tener que rellenarla con palabras, pero no con palabras simples, sino con palabras que contengan información, crítica y, sobre todo, la verdad.

La comunicación y el acceso a la información han evolucionado de forma notable en los últimos años. Por eso, en esta nueva era digital y en consonancia con el avance de la sociedad en general y de la comunicación digital en particular creo que deberíamos reflexionar sobre la importancia de la libertad de información.

Llegados a este momento, hay dos aspectos que considero que no podemos perder de vista: la cuestión ética y el peso de las nuevas tecnologías. En ese sentido, comparto el sentir de algunos expertos que defienden que el cultivo de la información exige la observación de una serie de sólidos criterios deontológicos que garanticen no solo que el periodismo cumple con su función social, sino que lo hace de una manera intachable. Y junto a esa situación, es vital contextualizar la existencia de flujos informativos en un escenario online, donde el periodismo empresarial aprende a convivir con un periodismo ciudadano cada vez más protagonista.

Por ello, debemos tener en cuenta no sólo a los periodistas como pilar básico de la profesión, sino como sociedad, dado que un país no es absolutamente democrático si no tiene medios de comunicación absolutamente libres. Empresas de comunicación y periodistas que dispongan de todas las garantías para contar la verdad sobre cualquier hecho que acontece en cualquier parte del mundo, sea cual sea su naturaleza, porque los profesionales de la comunicación son indispensables si queremos una sociedad realmente libre y democrática.

En este escenario que abre el campo a nuevos formatos de negocio en el mundo de la información, reclamo garantías para todo aquello que vemos, escuchamos o leemos en los medios de comunicación. Ésa será la mejor señal de que nuestros periodistas trabajan de manera libre, sin condiciones, sin presiones y sin servilismos. Solo así lograremos ser capaces de respetar siempre el pensamiento crítico individual ya sea entre periodistas, medios de comunicación, redes sociales… o entre personas.

Comparto que los medios de

comunicación deben reciclarse y adaptarse a los nuevos tiempos que corren pero, sobre todo, tienen que hacer frente a los desafíos más trascendentales y éstos pasan por dignificar la profesión. Por ello, me quedo con la reflexión de que caminemos hacia donde caminemos, lo hagamos siempre sin renunciar a ser libres. Y en esa tarea mantengo mi compromiso de que los recursos públicos que llegan a las empresas de comunicación se decidan por criterios objetivos, basándonos siempre en la transparencia, la verdad y la pluralidad.

El derecho a estar informado es

un derecho que le corresponde a cada ciudadano y eso sólo se consigue desde la pluralidad y la independencia de quienes ejercen esta profesión. Puede parecer idílico, pero creo firmemente en ello, porque ese espíritu crítico es consecuencia de “una reflexión que hace fácil muchas cosas que, al primer golpe de vista, parecerían imposibles”. No son palabras mías, son palabras de Tomás Murillo Iglesias, el primer director que tuvo el Extremadura, el diario que desde sus páginas, en estos 95 años, nos ha ayudado a escribir, contar y entender una parte de nuestra historia. k