En esa jungla de siglas y nombres en que se ha convertido el asociacionismo agrario extremeño, la Unión de Pequeños Agricultores-Unión de Campesinos Extremeños (UPA-UCE) ha salido victoriosa. La fusión que parieron Lorenzo Ramos y José Cruz ha dado el mejor de todos los resultados posibles: el triunfo en las segundas elecciones al campo celebradas el pasado 3 de marzo. El sindicato logró el 44,5% de los votos de los agricultores, lo que le permitió desbancar a la patronal Asaja del primer puesto del escalafón de la representatividad.

Asaja se quedó con el 33,4% de los votos y estuvo a punto de perder su feudo tradicional, que es Cáceres, donde apenas un puñado de sufragios le separaron de la organización ganadora. Coag-Extremadura sólo obtuvo el 16,3% de los apoyos, una cifra muy inferior a lo que esperaban sus líderes. Las elecciones al campo sirven para medir la representatividad de cada sindicato.

UPA-UCE está vinculada a UGT y basa su actividad en la defensa del pequeño agricultor y ganadero. Sin duda, se trataba de la opción más sólida de cuantas se presentaban ya que en el asociacionismo agrario las trifulcas dentro de las organizaciones y el baile de siglas están a la orden del día. La responsabilidad de UPA-UCE, que se fusionaron el 12 de diciembre del 2001, no es menor. Es el sindicato más votado en un sector que está en pleno cambio y con la espada de Damocles --en forma de reducción de las ayudas directas-- permanentemente encima.

También ha habido elecciones en Asaja-Cáceres, el núcleo duro de la patronal en la región. Contra todo pronóstico, Angel García Blanco salió reelegido frente al candidato del exgerente, Alfonso Sánchez-Ocaña, al que la jugada le costó el puesto.