Los siete pecados capitales del catolicismo hacen referencia a conductas y sentimientos que deben ser evitados a toda costa. Santo Tomas de Aquino fue quien definió los que se conocen hoy: pereza, soberbia, gula (o glotonería), lujuria, avaricia, ira y envidia.

Asimismo, los pecados fueron enumerados por el Papa Gregorio I hace mas de 1500 años y posteriormente fueron mencionados en la obra cumbre de la literatura italiana, “La Divina Comedia” de Dante Alighieri.  

Pereza

La pereza es la negativa a realizar las tareas necesarias o cualquier esfuerzo puntual. Su demonio es Belfegor. Y siempre hablamos de este pecado en relación al tiempo que se pierde en la vida sin lograr a realizar las tareas que nos traen beneficios.

Ira

La ira se define como una emoción de odio y enfado de forma descontrolada. Una persona que manifiesta hostilidad de forma constante sin una razón contundente, es sin dudas, una persona cargada de odio y amargura. La ira es una forma de perder la riqueza interior y muchas veces bajo su efecto hacemos cosas de las que terminamos arrepintiéndonos posteriormente.

Soberbia

El demonio de la soberbia es Lucifer, a tono con el hijo rebelde que negó a su padre, ya que la soberbia es ese sentimiento que nos hace pensar que nadie está por encima de nosotros, ni siquiera Dios. La soberbia puede ser vista como falta de humildad o de modestia, sin embargo, para la religión católica es también tomar crédito por poseer virtudes concedidas por Dios como la astucia, la inteligencia o determinados talentos naturales del ser.

Gula

La gula se refiere al consumo excesivo tanto de comida como de bebida en la actualidad. Se trata de un pecado que refiere a los excesos de la conducta humana ya sea relacionados con la comida, la bebida o cualquier manifestación de consumo extremo que dañe la integridad del ser. En estos tiempos, al tener un mundo más desarrollado, la gula puede estar asociada al consumismo.

Lujuria

Corresponde al placer sexual buscado para uno mismo de forma inmediata. Si bien no es del todo el placer sexual fugaz y urgente, es también el deseo. La lujuria nos lleva en instinto a tener deseos incontrolables, muchas veces incluso sobre las personas equivocadas. Asimismo, en conjunción con los mandamientos, la lujuria puede manifestarse como irrespeto a las instituciones sagradas como el matrimonio.

Avaricia

La avaricia es un pecado de exceso caracterizado por la necesidad de adquirir bienes materiales en cantidades muy superiores a las que son necesarias para satisfacer las necesidades básicas del ser humano. La avaricia habla de personas que no tienen limite para ser felices, quizás como menciona Dante, almas vacías en búsqueda de una felicidad inexistente mas allá de la obtención de las riquezas.  

Envidia

Una persona envidiosa no solo resiente los bienes de otra persona, ya sean talentos, apariencia, posesiones, trabajos o popularidad, sino que también se alegra e incluso disfruta de los reveses o adversidades que enfrenta una persona. Su demonio es Leviatán.

El daño más imponente que genera la envidia, además de envenenar el alma es que genera una dependencia emocional de la forma de vida de otra persona. Una persona envidiosa está pendiente de la vida ajena, ignorando muchas veces lo que puede hacer para mejorar la suya propia.