Veo la película ´La viuda de Saint Pierre´ donde los convencionalismos sociales truncan la vida de varias personas y cavilo acerca de la dureza de nadar contra corriente cuando lo cómodo es dejarse llevar con ella hacia donde sea, sin resistir, arropados en la multitud. Las grandes revoluciones debieron fraguarse de un modo parecido, sobre gestos particulares de mucha gente anónima que intuyeron que había un antes y un después de las cosas.

Acabó el año y las autoridades aprovechan para hacer un balance público de sus gestiones. Bien está. El futuro llega cargado de buenas promesas que deben cumplirse pues cada quien es esclavo de sus palabras y dueño de sus silencios. El 2003 es año electoral y eso, se quiera o no, marcará la agenda de muchos hombres y mujeres, lo cual conlleva estímulos y compromisos.

Dice José María Saponi que los convenios están para cumplirse y eso mismo decimos otros cuando recordamos que en el caso de la cárcel la Administración General, que se obligó (por firmar uno) a tomar unas determinadas decisiones hace la friolera de diez años, no ha cumplido y hora es ya de exigírselo seriamente, retomando el asunto en beneficio de Cáceres en vez de seguir mirando transcurrir la vida con argumentos que sólo muestran la incomodidad del alcalde cuando se trata de reivindicar ante instancias superiores. Mayormente porque la promesa de hacer otro centro de integración para presos puede dilatarse pues los terrenos, donde en principio éste pareciera querer construirse, son de especial protección, lo que dificulta las cosas.

En nuestra memoria persisten otros casos, como el del Infanta Isabel, el Banco de España y el Cimov en los que el gobierno municipal no quiso o no pudo llegar a tiempo para rentabilizar su retirada en beneficio de todos los cacereños.

Acabó el año y el siguiente asoma con plenitud. Para él me queda desearles de corazón que se cumplan sus mejores deseos.