Lunes, 30 de mayo. Ocho de la mañana. La feria de San Fernando da sus últimos coletazos y tres de los cinco magníficos , Orencio, Alonso y Julio, han madrugado para mostrarnos la vegetación, el patrimonio histórico y la rica arquitectura industrial y minera de este recorrido, el sexto de nuestro Diario de ruta que hoy comienza en la Charca Musia, justo por donde cruzaba la calzada romana de la Vía de la Plata.

Durante seis kilómetros recorremos la calzada. Guiados por unos mojones de granito que, gracias al proyecto Alba Plata nos orientan, adivinamos el pasado romano cacereño. A esta ruta se la conoce también como la de los alcores, del topónimo árabe alcor , que significa cerro y que da nombre a los oteros situados entre el cuartel del Cimov y Aldea Moret.

El primer alcor es el de Santa Ana, donde se asienta la base militar. Julio explica que dentro del Cimov está la ermita de Santa Ana --reconstruida-- y la fuente Santa, que en el XVIII se concibió como "mágica y maravillosa" porque de ella, decían, brotaba el agua de forma fantástica, aunque realmente era el desagüe natural de unos acuíferos que mostraban su milagroso manantial al llegar a un nivel determinado.

Avanzado el camino, dejamos la Vía de la Plata y entramos en el puerto de las Camellas. Hay quien cree que se llama así porque, desde la lejanía, los alcores que atraviesa recuerdan la silueta de las jorobas de un camello. Lo cierto es que la belleza del paisaje se ve cercenada por un secarral, consecuencia de un año meteorológico devastador. Hay pinos, encinas y un montón de cardos. También vemos avutardas (las aves esteparias voladoras más grandes que se conocen) y milanos, aves africanas migratorias que encuentran en Cáceres su mejor ecosistema. En esta ruta el senderista se encontrará con frecuencia con cancelas aunque, como dice Alonso, están abiertas, sin candado "y te agradecen que las vuelvas a cerrar".

Hacemos un descanso para comer y el equipo elige como parada la ermita de Santa Olalla. En nuestras mochilas guardamos bocadillos, frutos secos y mucho líquido. Y aquí, en el llamado Pago Ponciano, que fue un poblado romano, escuchamos a Julio y su leyenda de Santa Eulalia. Cuentan que Liberio, un patricio romano, vivía junto a su hija Olalla, la bien hablada , de 12 años, a la que obligaron a ir a Emérita Augusta para que renunciara de su religión cristiana e hiciera sacrificios a los dioses. Eulalia se negó y las autoridades romanas la mandaron martirizar.

Más tarde, en el siglo VII, posiblemente en época visigoda, se levantó esta ermita en su honor, que fue reconstruida en el XV y que en el XVII entró en decadencia hasta que en 1830 el obispo de Coria encargó al dueño de la finca, el conde de Santa Olalla, la administración del templo. Hasta principios del XX la ermita sirvió de escenario a una de las romerías más famosas de la ciudad y de su recuerdo da buena fe el conde de Canilleros con estrofas como ésta: Poco a poco va llenándose de romeros la llanada, ante el altar de la ermita brotan fervientes plegarias, entre el incienso revuelan preces de misa cantada con gran liturgia solemne y con sermón de la santa, la niña mártir que un día vivió en esta misma casa para ir a morir después en la emérita romana...

Tanto la ermita como la casa señorial de la Aldihuela, situada al lado, se encuentran en franca decadencia. De ahí, a través de un camino privado, llegamos a la ermita de Santa Lucía, que se construyó en el siglo XV y que conserva características de la arquitectura popular. A diferencia de la de Santa Olalla, en Santa Lucía continúa festejándose la romería. En este precioso paraje encontramos la digitalis purpurea, una planta excelente como tónico cardiaco.

Atravesamos el ferrocarril y la finca del cuarto roble, hoy poblada de eucaliptos, un árbol originario de Australia y Tasmania, tremendamente dañino porque absorbe el agua hasta desecar el suelo.

Estamos a 480 metros sobre el nivel del mar cuando entramos en las antiguas explotaciones mineras de San Salvador y en los filones de La Esmeralda, La Abundancia y San Eugenio, situados en un promontorio elevado de caliza sobre el que se divisa la Montaña, el cerro de los Romanos y el Ceres Golf, urbanización definida por Julio como "una agresión al entorno y en la que se encuentra la ermita de San Benito.

Y en este antiguo paraíso de fosfato calizo, en el que Segismundo Moret, político liberal, ministro de Hacienda y jefe de Gobierno de la Restauración, levantó la industria más importante de Cáceres hasta la primera mitad del siglo XX, concluye nuestra ruta. A lo lejos, San Fernando apaga sus luces de neón mientras Orencio, con su envidiable vitalidad ironiza: "La feria para mí hace tiempo que terminó. Nací hace 73 años, pero me queda un triste consuelo: Que me quiten lo bailao ".