Hace 50 años, en junio de 1957, la ejecución de una bula pontificia cambió el rumbo de la iglesia cacereña, o al menos organizó con lógica su estructura jurídica: Cáceres compartiría desde entonces la titularidad de la diócesis con Coria, que la había ostentado en solitario más de siete siglos, y la iglesia arciprestal de Santa María elevaba su rango a concatedral. A partir de ese momento se llamaría diócesis de Coria-Cáceres.

De aquel hecho, del que fueron protagonistas personajes como el obispo Manuel Llopis Iborra, quien hizo la solicitud al Vaticano, o el papa Pio XII, que firmó la bula, se conmemoran ahora las bodas de oro y el cabildo catedralicio prepara diversos actos para celebrar esta importante efemérides.

Fue un momento "histórico" para la diócesis, valora el actual deán de la concatedral de Santa María, José Antonio Fuentes, como ya lo hiciera en su día el propio Llopis Ivorra en la carta pastoral que dirigió a los fieles de aquel junio de 1957. La bula tiene fecha del 9 de abril, cuando fue promulgada. Hasta el 10 de mayo no fue expedida y el 29 de junio se ejecutó oficialmente.

"Ganó toda la diócesis"

¿Cómo afectó el cambio? ¿Perdió Coria y ganó Cáceres? "Ganó toda la diócesis", asegura contundente el secretario del cabildo, Florentino Muñoz. Lo explica: "La Iglesia se hizo más cercana a todos al duplicarse las sedes". No se puede negar que aquella decisión dolió en la ciudad de Coria, que "vivía para y de la Iglesia, que tenía una historia muy honda y de gran tradición en la ciudad", recuerda el deán. "Los caurienses estaban totalmente identificados con ella", reconoce Muñoz, cauriense de nacimiento y joven seminarista cuando se produjo el cambio.

Las altas instancias del clero de entonces se esforzaron por hacer entender el cambio, sobre todo en Coria, como una necesidad impuesta por "la complicada máquina de la vida moderna", explicaba Llopis Ivorra en su pastoral. "Era obligado --añadía-- levantar el nombre y la ciudad de Cáceres al plano de la capitalidad de la diócesis".

De hecho, se hizo hincapié en que Coria no perdía sus derechos, sino que únicamente los compartiría en el futuro con la capital de la provincia, aunque "quizás no hubiera sido injusta una equiparación completa eclesiástica a la organización civil, judicial y militar que radican en la capital de la provincia", reconocía el obispo. Sin embargo, con la bula Coria mantiene sus privilegios : la primacía del nombre de la diócesis, la residencia jurídica del prelado, la catedral, el cabildo y el archivo capitular. Solo sería un "desdoblamiento": Cáceres sería residencia del obispo y tendría un templo con el rango de concatedral.

De la trascendencia de aquel momento dan fe hechos como que la propia corporación municipal, reunida en pleno el 22 de junio de 1957 y presidida por el alcalde Luis Ordóñez, acordó agradecer al Papa la designación de Cáceres como sede episcopal y organizar un Te Deum en acción de gracias. También los intercambios de telegramas que se hicieron desde el obispado cacereño al Vaticano, al Jefe del Estado, Francisco Franco, o al ministro de Justicia. Incluso los dos últimos obispos de la diócesis fallecidos, Llopis Ivorra y Jesús Domínguez, pidieron ser enterrados en la concatedral.

Así, desde aquel momento, Santa María ha sido el templo principal de la ciudad y, como tal, el centro de los actos institucionales y manifestaciones ciudadanas. Pasó de parroquia e iglesia arciprestal, en la que en 1957 se oficiaron 255 bautizos, 67 matrimonios y 63 funerales, a concatedral con "una historia muy viva dentro de las celebraciones más importantes de la ciudad", señala José Antonio Fuentes, e incluso de los cacereños. No en vano, sigue siendo la iglesia favorita para la celebraciones de bodas, unas 100 al año.

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Así, festividades de la ciudad y tradiciones populares están ligadas indiscutiblemente a este templo erigido en el siglo XIII: la celebración de San Jorge o el novenario de la patrona, la Virgen de la Montaña, y el copatrono de la diócesis, San Pedro de Alcántara. La familia Real la ha visitado en varias ocasiones y en los últimos años, se ha hecho un hueco como centro de referencia cultural con la organización de conciertos o incluso como sede museística de arte sacro.

Su vejez ha hecho necesaria una continua atención para el mantenimiento. En los últimos años se han restaurado el retablo mayor, se ha mejorado la iluminación, se ha ampliado y restaurado el órgano y el Ministerio de Cultura afrontó la rehabilitación de la cubierta y la fachada. Además, se han organizado sus archivos musical y documental.