Eloy Vaquero Rey nació en la Casa de la Madre, que estaba en Las Cuatro Esquinas. Sus padres, Valeriano Vaquero Mena y María Rey Ordiales, eran del Casar, pero se vinieron a Cáceres porque Valeriano era ladrillero y aquí encontró un trabajo. La familia vivía en el Junquillo, en una casa que el matrimonio construyó con mucho esfuerzo y en la que criaron a sus cuatro hijos: Eloy, Jerónimo, ya fallecido, Eugenia y José Antonio.

El Junquillo era en aquellos años una humilde barriada, un barrizal que los niños atravesaban descalzos hasta llegar al centro de la ciudad para no estropearse los pocos zapatos que tenían. En el Junquillo, los vecinos se alumbraban con carburos y candiles, hasta que pusieron la luz eléctrica y entonces hicieron una gran fiesta para celebrarlo.

Eulogia Patrón, una tía de Eloy, tenía allí una tasca y fue la primera del barrio en poner una radio. Todos acudían a escuchar los programas de discos dedicados; luego instaló un televisor, así que la tasca de Eulogia siempre se llenaba.

Eloy fue poco a la escuela porque la mayor parte de su vida la ha dedicado a trabajar. Aún así don Manuel, que daba clases en una casa del barrio, le dio algunas lecciones, igual que don José Montes Pintado, que compaginaba sus clases con la fábrica de hielo y gaseosas que tenía en la avenida Virgen de Guadalupe, donde está Caja Duero, y a la que llamaban La Polar. La fábrica de don José era muy conocida, aunque hubo en Cáceres otras fábricas de gaseosa, entre ellas la de los Lucas en Aguas Vivas, que hoy es una residencia de ancianos.

Eloy y Francisca Castaño Alvarez se conocieron en Cáceres. En verano iban a Cánovas, en invierno a los soportales y al Sindicato, que estaba frente a Múltiples y que se llenaba porque tenía bocadillos de calamares muy baratos. Frecuentaban La Cueva, que era de Guillermo Rey, y El Parrita, que tenía sinfonola.

A veces, Catalina, la abuela de Eloy, le daba 2 pesetas para comprarse una bamba en Lirya, que estaba en Donoso Cortés y siempre te regalaban una raspadura. Se casaron en Santiago y lo celebraron en La Rosa. Tienen una hija, Maribel, la de la librería TodoLibros.

Uno de los primeros trabajos de Eloy, que hacía horas extra sirviendo bodas en El Figón, fue el Spar de don Rufino Sánchez Polo, que estaba en Santa Joaquina de Vedruna. Era un negocio de comestibles donde Eloy se dedicaba a repartir las galletas Cuétara en una Volkswagen. Unos años después dejó el Spar y empezó con un camión a hacer portes.

En los años 60 comenzaba a florecer en el urbanismo cacereño la calle Gil Cordero con la inauguración de la estación de autobuses en una parcela que ahora ocupa el Edificio Europa. La obra fue bendecida el 20 de julio de 1963 por el obispo Llopis Ivorra. Basada en un proyecto del arquitecto Angel Pérez, tenía 14 andenes y bar.

Hasta entonces Gil Cordero había estado a las afueras. En lo que hoy es el Hotel Extremadura, por ejemplo, no había más que eucaliptos y un fielato, nombre popular que recibían las casetas de cobro de los arbitrios y tasas municipales sobre el tráfico de mercancías para la gente que venía a vender desde los pueblos y que antes de entrar en la ciudad con sus productos debían certificar su calidad.

La avenida Virgen de Guadalupe no era más que un terraplén donde jugaban los muchachos a las resbaladeras con los guardabarros de los Saurer e Hispano Suizos que se reparaban en los talleres de Mirat. La familia Mirat tenía el taller y la gasolinera, negocio éste que primero fue del señor Chispa, que también regentaba un taller mecánico en la avenida de Portugal.

Al lado de la gasolinera de Mirat hubo un chalet muy bonito del señor Guillén, que fumaba en pipa y trabajaba en una gestoría de las Casas Baratas.

El germen del Lido

Otro chalet de Gil Cordero fue el de don Pablo Collado, padre de Pablo Collado, el oculista ya fallecido. A finales de los 60, la familia derribó ese chalet, situado muy cerca de la Cruz de los Caídos, para levantar allí un bloque de pisos; uno de los bajos lo puso en alquiler. Fue entonces cuando Carlos Martínez, hijo de un constructor al que llamaban El Niño Mérida , que conducía una DKW, arrendó el local y abrió el Bar Lido, nombre inspirado en el conocido cabaret parisino. A Carlos no le fue bien con aquel negocio, que luego alquiló Nandi, jugador del Cacereño que llevaba el depósito de la Cerveza El Gavilán.

En 1970, Eloy y su cuñado Antonio Machacón se enteraron de que Nandi iba a dejar el Lido, Nandi era amigo de ellos y finalmente se hicieron con el negocio. Durante seis años lo regentaron juntos, luego Eloy se quedó definitivamente con el Lido.

El Bar Lido ha dado muy buen café y ha tenido buena clientela, los más veteranos Benito Tejada, Carlos Luengo y hasta el exalcalde Manuel Domínguez Lucero. Por él han pasado muchos camareros, aunque uno de los más conocidos es José Vivas Romero, que lleva en el bar 27 años. El Lido abría a las siete de la mañana y cerraba a las tres de la madrugada. Los fines de semana siempre había colas para probar sus deliciosos calamares a la plancha.

El Lido compartió Gil Cordero con otros negocios: el Almonte, Nevasa (los del butano), Telesforo Morato, Juan Rosado, el Dino´s, la Mercedes, la concesión de Citroen de Félix Sánchez, la concesión de los Acedo Vela... todo ello en un Gil Cordero emergente donde Pinilla levantó en el número 13 uno de los entonces bloques más modernos porque tenía ascensor y calefacción.

Junto al Lido hubo otros negocios de hostelería como la bodega de Pepe Mateos, que estaba frente a la iglesia de Fátima, el bar Salamanca, donde se iba a jugar la partida y que llevaba Santiago Pacheco, o el Nevada, que era de unos hermanos que vinieron de Santiago del Campo. El Nevada, que estaba donde está La Caixa, se puso muy de moda, tenía una barra forrada con pieles de vaca y ternera y servían unas chuletas de morirse; en verano instalaba una terraza que siempre estaba muy concurrida.

El 1 de diciembre Eloy cumplirá 65 años; un día antes, el 30 de noviembre, el Lido abrirá por última vez. Su dueño se jubila y Cáceres dirá adiós con nostalgia a otro de sus clásicos.