Doña Petra Fernández y Fernández Trejo era una mujer de la aristocracia cacereña cuyo empeño llegado el final de su vida era promover la fundación de un colegio para garantizar la educación de niñas pertenecientes a familias con escasos recursos económicos. Contactó entonces doña Petra con don José Gras y Granollers, un catalán que en 1876 había fundado en Granada la congregación de las Hijas de Cristo Rey.

Vivía doña Petra en el número 2 de la calle Mangas, justo en la casa que ahora ocupan los hermanos franciscanos de la Cruz Blanca. Doña Petra le puso como condición a don José que esperara hasta su fallecimiento para que la vivienda pasara definitivamente a propiedad de la orden. Así fue como en 1912, y tras la muerte de doña Petra, llegan a Cáceres las primeras monjas de Cristo Rey, capitaneadas por la entonces general de la congregación, la madre Inés.

Era intención de doña Petra que el colegio contara también con un aula para niños sordos y sordomudos, intención que nunca pudo llevarse a efecto porque no se alcanzó el número suficiente de alumnos. Sí comenzó a funcionar a pleno rendimiento aquel colegio de niñas en forma de fundación, constituida por la propia orden religiosa, por el obispo, el alcalde y el presidente de la diputación.

Se llamaba el colegio de las Hijas de Cristo Rey colegio de la Santísima Trinidad. Con el tiempo, el centro se vio obligado a solicitar un Aula de Pago para mantener sus proyectos de beneficencia, que también pasaban por un comedor y una cocina de Auxilio Social durante la posguerra y una escuela dominical para empleadas de hogar en la que se impartían lecciones de cultura general.

Andando el tiempo, el colegio abrió en 1968 y en horario vespertino la famosa Escuela de Auxiliares Administrativos Padre Glas, que vino a llenar un vacío para jóvenes y adolescentes que una vez obtenido el graduado no podían acceder a la universidad. De manera que cientos de cacereños aún hoy en activo pasaron por esa escuela donde impartían clases las religiosas y había un contador y un profesor de inglés titulado.

Era el colegio de la Santísima Trinidad una casa solariega de dos plantas con un gran patio para el recreo, una galería acristalada en torno al mismo, un salón, una bonita capilla, y aulas repartidas por el edificio: estaban los párvulos de niños y niñas, y al menos cinco clases de distintos niveles. Allí impartían sus lecciones Isabel Rosillo, la madre Socorro, la madre Angélica, la madre Consolación, y luego estaba la hermana Luisa, que se dedicaba a los oficios de la casa.

El uniforme

Pasaron por las aulas de ese colegio cientos de alumnas en horario de mañana y tarde con sus uniformes azul marino de tres tablones chatos por delante y tres tablones chatos por detrás, el cuello planchado al almidón y, en el centro, el escudo de Cristo Rey. Funcionó el colegio hasta que en 1970, con la promulgación de una nueva ley de Educación que obligaba a modificar los centros educativos, la congregación decide transformarse en residencia universitaria destinada a chicas de los pueblos, muchas de ellas becarias que a cambio de la estancia colaboraban en las tareas de la casa.

Comenzó la residencia con 55 chicas en aquella casa de la calle Mangas que tenía siete habitaciones colectivas, la mayoría con siete u ocho camas, baños también colectivos, y en torno a 10 religiosas. Pasaron por allí como superioras Mari Cruz Muñoz, Inmaculada Sánchez, María Asunción Valle, María Victoria Souto o Adoración López. Y decenas de alumnas: Rosa Rodríguez, Inmaculada Prieto, Fidela Romero, Dolores González, Inés Gallardo, Cati Miranda, Petri Batalla, Mari Félix Violás, María del Mar Bernabé, Juliana Naharro, Leni Ortiz, Martina Gallego, María José Gallego... y muchas más.

Las chicas llegaban a la residencia a estudiar las carreras del momento en Cáceres: Derecho, Filología, Historia o Magisterio, en aquel Cáceres más de tarde que de noche, a un paso de General Ezponda, la mítica calle de los Vinos, repleta entonces de boyantes negocios y castizas bodegas. Allí convivían Almacenes Mendoza, Máquinas Singer, la sastrería de Pepe Santos, la bodega de los vinos dulces de Celestino, el colegio de las Damas Apostólicas, la frutería de Aquilino, el antiguo Pato que luego fue El Cisne Negro, que lo llevaba Peloto y que se hizo famoso por las ranas y el lagarto... Y, cómo no, el Bar Amador y su sinfonola, donde en tropel llegaban en los 70 las chicas de la Uni y las chicas de Cristo Rey, que tampoco faltaban a su cita en La Salmantina o en la Pastelería Isa.

La residencia de Mangas funcionó hasta 1989 porque aquel edificio en ese Cáceres, convertido ya en indiscutible ciudad universitaria, no reunía las condiciones necesarias para albergar a tanta estudiante como desembarcaba cada año. Fue entonces cuando las hermanas adquirieron en el número 13 de la plaza del Duque un palacio en ruinas datado entre los siglos XV y XVI, propiedad del duque de Abrantes, que con el asesoramiento de Bellas Artes fue sometido a una impresionante obra de restauración y a la construcción de un pabellón adosado encima de las antiguas caballerizas.

Todo ello hizo posible la apertura de 70 puestos de residentes más 10 habitaciones para la comunidad religiosa, biblioteca y una capilla de gran valor por su Lignum Crucis. La flamante Residencia de Cristo Rey abrió finalmente en 1991 siendo superiora Adoración López Barrio. Luego vendrían muchas más, entre ellas Margarita Romero Vacas, Mari Cruz Bravo, Visitación García, María Isabel Catalán o Leticia Sánchez, que es la actual.

Las hermanas

Por la residencia han pasado innumerables hermanas: Mariángeles Celis ( Lines ), Susana Vivero, Ana Baliñas, Ignacia, Hilaria, Flor, Rosa Recas, Isabel Moreno, Pilar del Rosal,Adoración López, Felicidad Iglesias, Ana Rosa Mansilla, Concha Escobar, aunque de entre todas ellas sin duda destaca la hermana Chon. Y es que la cordobesa Ascensión Molina es un referente. A ella contaban las residentes todas sus cuitas, sus amores y desamores al calor de la mesa camilla de la portería, de la que Chon continúa siendo la encargada a sus 82 años. La hermana lleva 50 en la portería: escuchaba a las jóvenes, les daba consejos, reía con ellas... de modo que hablar de Cristo Rey es hablar de Chon.

Y en la memoria de la residencia, más alumnas: Consoli Rubio, Rocío Caballero, Eva Guerrero,Edi García de Vinuesa, Elena Delgado, Mariángeles Moreno, Ana Garrido, Eloisa Cestero,Itziar Benito, Evangelina Flores, Laura Triviño, Lourdes Manzano , Rosa Sáez y tantas otras.

Hasta la plaza del Duque llegaba la tuna mientras las muchachas asomaban a los balcones de la biblioteca y escuchaban los requiebros del Bella niña sal al balcón en aquel Cáceres de los 90 frente al Mesón El Extremeño con sus fiestas de la cerveza, la Chocolatería Ruiz, el Bar Manso, La Parada, La Legíón, La Machacona, El Chicha, el Mesón Jara y su Fiesta del Champán... Y luego, cual procesión, cientos de jóvenes rumbo a La Madrila: al Maribel, Eros, Al Andalus, Ok, King, y tantos otros.

Tiempos felices que, a buen seguro, se recordarán los próximos 5 y 6 de octubre en los actos de la festividad del centenario de las Hijas de Cristo Rey, aquella residencia que auspició doña Petra Fernández y Fernández Trejo y que, sin duda, también ha marcado historia en la siempre guapa ciudad de Cáceres.