Recordemos que fue a principios del siglo XVII cuando un vecino de Casas de Millán, llamado Francisco de Paniagua, portando una imagen de la Virgen, deambulaba por pueblos y aldeas solicitando y recogiendo limosnas para edificarle una capilla.

Llegado a Cáceres en 1.621, donde vivía su primo Jerónimo Ximénez, se asentó en las peñas de la Sierra de la Mosca, dedicándose a la devoción y contemplación de la Virgen, viviendo en una cabaña como un eremita.

Poco a poco, gracias a las aportaciones recibidas, fue construyendo una primera capilla que habría de consagrarse el 25 de Marzo de 1.626, celebrando la primera misa D. Sancho de Figueroa, cura de Santa María y amigo de Paniagua. Aquella bendición promovió de inmediato un acendrado fervor de los cacereños por la Virgen ubicada en la sierra, instituyéndose el culto de Nuestra Señora de la Montaña.

En 1.636, falleció Francisco de Paniagua, que tiene el honor de descansar eternamente a los pies de la adorada imagen de la Virgen.

La veneración a la Virgen de la Montaña fue creciendo hasta que la ciudad la nombra patrona en un Concilio municipal del año 1.668; si bien hasta el Breve Pontificio del día 2 de Marzo de 1.906, no fue reconocida por el Vaticano y nombrada Patrona principal de la ciudad de Cáceres, según rescrito del Papa San Pío X, con la advocación de ¡Nuestra Señora de la Montaña! Fue coronada canónicamente el 12 de Octubre de 1.924.

¡Cacereños! preparémonos para recibir esta tarde a Nuestra Virgen de la Montaña como se merece; que toda la ciudad se engalane, florezca en oración y plegaria, y prorrumpa en una fervorosa letanía de amor que exalte la grandeza de Nuestra Madre.