"Mi hija comenzó a decir palabras a los siete u ocho meses, y al cumplir un año ya las pronunciaba perfectamente". Una cacereña de 41 años, G. T. D., que prefiere mantenerse en el anonimato para que no se haga pública la identidad de su hija, cuenta cómo se percató de que tenía una superdotada en casa. "Desde bebé aprendía muy deprisa, pero como no había más niños en la familia tampoco podíamos comparar. En principio no hicimos nada, hasta que lo supimos", relata.

La pequeña devoraba las páginas de los libros, dibujaba sin parar y antes de los 2 años ya pintaba a las personas con todos los atributos físicos. "Aunque no es hiperactiva, no paraba de hacer cosas", relata la madre. Con ella todo fue muy sencillo en casa, "porque se quitó sola el pañal, pronto comió sin ayuda... En realidad me he dado cuenta después, al tener más hijos", señala.

Comenzó a aburrirse

Cuando empezó el cole prácticamente sabía leer, sumar y restar. Comenzó a aburrirse un poco, pero nunca se quejaba y era una niña de sobresalientes. "Todo cambió al empezar 5º de primaria, decía que le dolía la cabeza, la garganta, que no quería ir a cole... Entonces intuí que se aburría en exceso y empecé a moverme, a informarme... Una amiga orientadora me ayudó, le hizo una prueba y me dijo que tenía una superdotada en casa", revela. Los servicios de orientación escolar confirmaron que se trataba de una niña de altas capacidades.

A día de hoy, con 12 años, la familia sigue esperando que el colegio adopte las medidas de ampliación y enriquecimiento curricular. Mientras tanto, y para dar una respuesta a sus necesidades, sus padres la han inscrito en una academia de inglés (tras una prueba ha sido incluida en el nivel universitario) y también en chino (se examina de dos niveles a la vez). Aún le queda tiempo para ir a clases de robótica, piano y baloncesto.

Por su parte, F. R.T. es otra madre cacereña de un niño de 9 años con altas capacidades. Por la misma razón, prefiere ocultar su identidad. "Yo tampoco me fijé especialmente en su desarrollo inicial porque coincidió con una etapa de cambios en mi vida. Además, era el primer hijo y no teníamos primos alrededor con los que comparar su desarrollo, que para mí era bueno y normal", desvela.

El pequeño también dijo sus primeras palabras con siete meses y mostraba precocidad en todo. "Pronto tuvo un lenguaje correcto y bien elaborado, era maduro y autónomo para su edad", explica la madre. Cuando comenzó Infantil, una tutora de colegio informó a los padres de que se trataba de un alumno muy avanzado.

Aprendió prácticamente solo a leer, interpretó un número de siete cifras con tan solo 4 años y mostraba mucho interés por algunas facetas. "Pero es un niño absolutamente normal, que tiene amigos de todas las edades y se relaciona muy bien con los demás, un poco hiperactivo. Hay que desterrar los estereotipos que muchas veces se tiene de ellos", afirma.

Finalmente, después de tres evaluaciones de los servicios de orientación, pasó directamente de segundo a cuarto curso de Primaria porque se aburría en clase y necesitaba más conocimientos. "Tuvimos los mismos miedos que cualquier padre, pero se ha adaptado sin ningún problema, generalmente son niños con una edad mental más adelantada", indica la madre, quien no obstante, como otras familias, echa de menos un mayor apoyo del sistema "para poder estar mucho más tranquilos".