La Cia Producciones Teatrales del Siglo de Oro contribuyó al IV Centenario de la muerte del genial novelista y eximio dramaturgo Miguel de Cervantes con un digno montaje de la única comedia de santos que escribió el genial manco de Lepanto, obras muy populares en ese siglo de oro y que solían encargar alguna cofradía o espectadores devotos, con una finalidad moral y ejemplarizante.

En ‘El rufián dichoso’ se trata de la conversión del hampón sevillano Cristóbal de Lugo, criado del inquisidor don Diego de Sandoval, que reniega de su pícara vida y haciendo caso a las figuras alegóricas de la Curiosidad y la Comedia, se traslada a Méjico convertido en un santo fraile, que muere llagado y en olor de santidad.

Este drama sacro consta, por tanto, de dos partes netamente diferenciadas: la primera, llena de aventuras picarescas: robos, peleas y asaltos del rufián Lugo, ambiente que conocía muy bien don Miguel, de su estancia en la cárcel sevillana: gran variedad de episodios al margen de la ley, diversos personajes bien retratados, riqueza de vocabulario y diálogos muy vivos y bien versificados en metros cortos. La segunda parte o las tres últimas jornadas adolece del nervio y tensión dramática de la primera: mucho más pausada, para resaltar la vida de penitencia y oración del convertido fraile, que, arrepentido ofrece sus buenas obras, para su salvación eterna. Para escribir las ocurrencias frailunas y ciertos episodios como la curación de la señora Ana Treviño, amiga del antiguo pícaro, que milagrosamente se cura por él y se arrepiente de su licenciosa vida, se salva también, Cervantes se inspiró en otras obras literarias.

Este texto nada fácil de representar, pues es muy encriptado y con tantos contrastes, típicamente barrocos, lo resolvió esta internacional compañía con una escenografía muy curiosa, pues, aunque la escena estaba desnuda del todo, sin embargo en el fondo levantaron un alto andamiaje de tubos, escaleras y plataformas, donde desarrollaron buena parte de la obra: un canto lírico inicial de una gran soprano y otro al final más coral y religioso, con proyecciones rotuladas señalando si era la casa del inquisidor o de su amiga Ana Treviño o también para la proyección alegórica de la Curiosidad y la Comedia, claves para la conversión de Lugo, etc.

La interpretación de los nueve componentes fue bastante meritoria, por el gran alarde de expresión corporal, especialmente en las peleas iniciales a cargo del protagonista Illoro, un apuesto y ágil joven de tan solo 24 años y su amigo Lagartijo, Pablo Vázquez, además de otros siete que se desdoblaron en muchos y distintos personajes: ambos sintieron la llamada de Dios y con fina hondura psicológica muestran su gran cambio interior. Un público enfervorizado y gratamente impresionado, aplaudió fuertemente este original drama sacro cervantino.