Extremadura, como siempre, sigue esperando de forma paciente, que no olvidadiza, un Tren Digno, aunque estemos al Oeste».

Hace pocos días la Plataforma Milana Bonita, nombre tomado de la novela ‘Los Santos Inocentes’, de Miguel Delibes, cobró un plano de la actualidad para reivindicar, con santa y justa razón, un Tren Digno para la tierra. Que ya se sabe que al Oeste, queda Extremadura, en esas vías de tanta insensibilidad en los despachos de Madrid y de tanta bondadosa resignación, eterna, del siempre honrado pueblo extremeño. Que lo mismo presta de por vida un millón largo de emigrantes a otras Comunidades, en aquellos años 50, 60 y 70, en la mayor tragedia histórico-social de la región, con el adiós de sus gentes a familias, pueblos y tierras, que presta sus políticos, de forma solidaria, para facilitar brazos y dinero de desigualdades a los incansables catalanes, por ejemplo, en sus permanentes exigencias. Con las que aumentan, claro es, las diferencias.

Y con Milana Bonita, una frase plena de hondura por parte de Azarías, uno de los protagonistas de la novela ‘Los Santos Inocentes’, basada en la plenitud del campo extremeño, el periodista, pegando un salto en el tiempo, se traslada al Cáceres de Aquel Entonces, en que el tren se convertía en la quintaesencia del transporte, vital, imprescindible y único medio de comunicación, salvo el carro tirado por las caballerías.

De tal forma que hasta la selecta clase política viajaba en tren. Lo que no estaba al alcance de cualquier paisano. De este modo podemos leer en el periódico cacereño El Adarve, de 24 de enero de 1907, que «ayer en el tren de Madrid llegó a ésta el Sr. D. Andrés Ochando Varela, nombrado recientemente Gobernador Civil de la provincia», que el periódico cacereño El Noticiero, de 20 de noviembre de 1907 subraya que «en el mixto de esta noche y acompañado de su familia llegará a Cáceres, haciéndose inmediatamente cargo del mando de la provincia, el nuevo gobernador don Fidel Varela Millán», o que en 1908 el periódico El Noticiero subrayaba que «a la hora anunciada llegó ayer a Cáceres el Rector de la Universidad de Salamanca, Sr. Unamuno, acompañado de un gran número de maestros que se incorporaron en el tren de Astorga».

Toda una epopeya y una aventura la de quienes emprendían sus rutas a través de las vías del tren, por muy altos cargos que fueran, como es el caso de los Gobernadores Civiles, que no disponían del aparataje y la comodidad de la intendencia con la que se acompañan hoy en día.

El tren representaba, pues, todo un lujo de avance en el correr del tiempo. Y además de las molestias e inconvenientes, retrasos habituales aparte, fascinaba a los viajeros. Que ya cuentan las crónicas que se podía leer, apreciar el paisaje de la España variopinta, y dormir o dormitar, que diría Camilo J. Cela, además de echarse unas parrafadas con los compañeros de viaje.

Unos trenes, los de Extremadura, al Oeste de España, que no siempre gozaron de demasiada preocupación por las altas esferas del Estado. Y mientras la región continúa desangrándose, perdiendo habitantes y expectativas, al compás que aumenta la población pasiva, tal como cuentan los periódicos de hace escasos días, solo cabe confiar, una vez más, en que ese vehículo de desarrollo se adentre por nuestras tierras y tratar de imprimir aliento en los motores socioeconómicos. Lo que el pueblo espera, aunque sea desde la desesperanza, por parte de sus gobernantes.

Un tren que siempre ha preocupado, y mucho, en Extremadura, aunque la gobernación del país haya ido pasando de modo sucesivo del mismo, sin sentir en sus carnes el azar de aquellos viajes, de gran intensidad emocional, el que a finales de los años veinte, sintiera un ilustre viajero, Eduardo Callejo de la Cuesta, bachiller por Cáceres, jurisconsulto y político, y a la sazón Ministro de Instrucción y Bellas Artes, aquel día que regresó a la tierra de su infancia y parte de su juventud.

La prensa de la época señala que Eduardo Callejo llegaba a Cáceres cuando «a las 8.30 de la mañana entró en agujas el tren correo de Madrid». El mismo se puso a los pies de la Virgen de la Montaña, visitó la Escuela Normal de Magisterio, recorrió la Diputación Provincial, pasó por la Plaza Mayor donde se le rindieron honores de ordenanza por una compañía del Regimiento Segovia 75, inauguró el curso en el Instituto Nacional de Segunda Enseñanza, y presidió un banquete en el Gran Teatro, donde dijo algo tan importante como: «Tengo gran fe en los destinos de Cáceres, y, en general, de Extremadura, porque vosotros sois los representantes de vuestros antepasados de recia estirpe y cuando Extremadura despierte y se mueva, asombrará a las regiones de España». ¡Qué gran párrafo, ahora que reflexiono en ese tren de la emigración que despide más habitantes de la tierra parda, en lugar de incorporarlos para la creación de la riqueza de la región!

Por la tarde Eduardo Callejo, que fuera galardonado con el premio extraordinario de bachiller en Cáceres, visitó una exposición de pintores locales en el Ateneo, giró una visita al Museo y la Biblioteca del Soldado en el Cuartel Infanta Isabel y asistió a un concierto de la Masa Coral cacereña en el Ayuntamiento con canciones regionales. A las once de la noche partía desde la estación de Cáceres el tren correo con destino Madrid, con un personaje que llevaba a la ciudad en lo más hondo de sus inquietudes. ¡Hay que ver lo que se podía hacer en un día, en el Cáceres de finales de los veinte, gracias al tren…!

Lo que sí parece evidente es el que tren de la emigración continúa partiendo desde Extremadura, incansablemente, a tenor de los titulares y las cifras que leemos, con frecuencia, en la prensa regional. Aunque, eso sí, ahora, un grupo de valientes, se empeñan en proclamar, con el mayor contenido reivindicativo posible: ¡Milana bonita!. Mientras, todos deseamos que el compromiso que acaba de adquirir Iñigo de la Serna, ministro de Fomento, con Guillermo Fernández Vara, con el Tren de Alta Velocidad galopando por tierras extremeñas, como telón de fondo, se cumpla.

Lo mismo que esperamos que otros ministros, como los de Trabajo, de Economía, de Educación… nos den, como Comunidad, tanta cuanta riqueza, humana, económica y de sacrificio, nos hemos dejado en el camino por mor de las decisiones que esta tierra, siempre buena, ha prestado para el mejor desarrollo de otras Comunidades, que parecen ignorar nuestros esfuerzos, el adiós de nuestra gente, la distancia de las familias cuasi perdidas en lejanas provincias y hasta esas caminatas por el campo, los paseos y los municipios de una tierra, como la extremeña, que sigue sangrando por la herida migratoria.

Emigrantes que un día tomaron el tren migratorio que ya no pueden caminar entre encinares, adioses, siembras, tutes subastados o rebaños de merinas trashumantes, y gritar: ¡Milana bonita…!