-La semana pasada ocuparon este espacio los actores extremeños Joserra Rodríguez y Juanjo Calamonte. Se preguntan a quién le gustaría usted peinar...

-Por su elegancia y su estilo personalizado a la reina Letizia, que transmite una imagen muy serena y actual, con unos recogidos espectaculares.

-¿Puede describir su infancia?

-Tuve una infancia muy feliz. Somos 5 hermanos y desde pequeños nos criamos todos juntos en el campo. Recuerdo el Rodeo, con su feria de ganado, cuando íbamos con los panes y quesitos a coger tarántulas, o a la Ciudad Deportiva, donde jugábamos al aro... Los fines de semana nos íbamos a Malpartida y allí disfrutábamos mucho con las bicicletas, jugábamos en la calle.

-¿Cómo es el momento en que decide hacerse peluquero?

-Con 16 años terminé 2º de BUP y ya me interesaba mucho el mundo de la moda. Era punky, de aquellas tribus urbanas de la época. Calzaba botas de militar, me hacía las crestas de agua con azúcar y me ponía un mechón de mercromina que mis padres no entendían. Fue una época muy bonita y muy esplendorosa, también desde el punto de vista musical. Cáceres estaba viviendo una revolución y me di cuenta de que la peluquería era mi vocación. Entonces me matriculé en la escuela Visol y ahí empecé un mundo nuevo. Debo decir que mi madre, que fue actriz, me animó y me ayudó mucho.

-¿Cómo se llega a ser un peluquero de éxito?

-A base de trabajo y constancia. Que sea tu forma de vida, interesarte por todo lo que ocurra a tu alrededor, la inspiración, el viajar, el ser curioso. Pienso que una de las cosas más importantes que te pueden pasar es disfrutar de tu profesión.

-Proliferan las peluquerías low cost ¿Le da la sensación de que ese tipo de ofertas denigran su trabajo?

-Hemos sufrido una crisis muy dura e importante. Tiene que haber de todo. Pero pienso que más que eso, lo que denigra la profesión son las personas que salen de las escuelas y van por las casas a peinar y no pagan sus impuestos e impiden que juguemos todos con las mismas cartas. Las peluquerías low cost están teniendo un auge y ciertamente cuentan con un público que nos resta clientes. Quizá lo que no me gusta es el servicio que prestan: un corte rápido y barato. Y yo siempre he dicho: ‘que te busquen por bueno, no por barato’.

-¿Un peluquero hace arte?

-Estoy convencido porque la creatividad es importante dentro de esta profesión. Cada persona es un mundo y para mí es una satisfacción crear algo que hace que el cliente se remueva por dentro. Si no fuera por la creación esta profesión no existiría.

-¿Cumple 25 años de trayectoria. De quién ha aprendido más?

-Estuve formándome en Madrid durante ocho años y medio, ahí fue el aprendizaje duro, de técnica. Corté el pelo a Miguel Bosé, María Teresa Campos o Ana Rosa Quintana. Aprendí mucho de Sassoon y Toni&Guy, en Londres, donde vamos todos los años al salón internacional a buscar las colecciones porque el mundo de la moda en peluquería es muy cambiante. La formación y la base son imprescindibles. Ahora estoy en Cáceres, la ciudad donde quiero seguir aportando y que es mi fuente de inspiración.

-En 1997 inauguró el primer centro privado de enseñanza de peluquería que se abría en Cáceres. Ha formado a grandes promesas que hoy son ya grandes profesionales del sector, ¿qué le falta a la docencia?

-Seguramente ganas. Cuando iniciamos esa andadura fue porque el sistema de trabajo que quería para mi ciudad era completamente distinto al que existía en Cáceres, un trato personalizado, exquisito, un lavado a través de masaje... Y la gente me decía, ¿qué me estás haciendo? Y resultó muy bien, porque cuando alguien viene a tu casa tratas de que se sienta cómodo, de la manera más óptima, ofreciéndole lo mejor que tienes. Teníamos unos lavacabezas con sensores, el cliente se tumbaba en ellos y los colocaba a su medida. Era tal el resultado que al consumidor lo dejabas a tu merced.

-¿Y qué es mejor, un centro privado de formación o un instituto público de formación profesional para hacerse peluquero?

-Desde luego siempre apuesto por los institutos, pero ocurre que en nuestro caso la enseñanza estaba basada fundamentalmente en la práctica. Sucede como en las facultades, que se estudia mucha teoría pero los abogados llegan a un juicio sin práctica. Recuerdo que en el 97 teníamos al principio entre 25 y 30 alumnos y por nuestro centro pasaban decenas de clientes porque en Cáceres teníamos el CIR, muchos universitarios... de modo que el salón estaba siempre saturado y era un excelente lugar para hacer prácticas. El maestro se hace con la práctica y eso es algo que no pasa en los institutos, donde están funcionando con maniquís.

-¿Hay tendencias en peluquería que mueren cada temporada como pasa con la ropa?

-Peluquería y moda siempre han ido de la mano, es cierto. Pero yo opto más por la belleza personal, pienso que todo el mundo tiene algo dentro y si realmente se siente a gusto con eso, puede proyectarlo con excelentes resultados. Soy partidario de no seguir los dictámenes de la moda, de dictarte a ti mismo para proyectarte a los demás del modo más adecuado.

-¿Cómo se enfrenta a un corte, qué le importa más: las facciones, la textura del cabello?

-En la peluquería pasa igual que en la cocina: si tienes ingredientes de calidad tu plato será mejor. En mi caso la materia prima es el cabello. Si trabajas con un cabello sano, con textura, el resultado de tu trabajo será sobresaliente. También son importantes los estudios de visagismo, de la cara y la cabeza, para que el corte esté adaptado a las características morfológicas del cliente y sea perfecto.

-¿Hay entonces un ‘estilo Ricardo Romero’?

-Cuando en revistas y en televisión aparecen cortes de personas famosas, la gente te los pide, pero Ricardo Romero siempre ha apostado por los cabellos cortos, los cabellos que dicen algo de una mujer. Cierto es que una melena bien bonita con un brillante es sexy por naturaleza.

-¿Cómo se enfrenta a un cambio de ‘look’?

-Cuando una persona viene al salón porque quiere variar, lo primero que hay que hacer es escucharla, porque quiere cambiar de vida seguro; quiere dar un giro. Y ahí entramos nosotros, los peluqueros, que formamos parte de los momentos más importantes de la vida de las personas. Siempre hablo de pelucología, de pelucólogos, puesto que a veces hace más una sesión de peluquería que varias de psicología.

-Así que en este mundo de las prisas, la peluquería es una terapia...

-A un cliente le puedes hacer feliz simplemente con un cambio de imagen. Cuando alguien llega a nuestro salón, ese es su momento, se libera del estrés y confía toda su imagen al profesional. A partir de ahí se crea un ambiente de música, relajación, buen trato, de escucha, y acaba siendo un éxito.

-¿Tiene la edad mucho que ver con el peinado?

-No hay que buscar los estereotipos ni encasillar a la gente. Cada persona tiene su corte de pelo y cada persona tiene su imagen, da igual que tenga 20 que 60.

-¿Es importante el color, mejor con o sin canas?

-Es fundamental. El color es vida. No concibo la vida en blanco y negro. Y mira que vamos siempre vestidos de negro. Mi peluquería tiene ahora unos colores morados y naranjas, la hemos tenido de verde, de azul, incluso de un rojo inglés. Siempre llevo el color a los cortes, para potenciar una mecha, para tapar algún defecto, el color es un arma fundamental en mi trabajo para poder llegar a donde quieres llegar.

-Vidal Sassoon, el padre de la peluquería moderna, acortó la melena de las mujeres en pleno movimiento de liberación femenina en los años sesenta. La peluquería no es baladí, no es algo banal, es un reflejo de la sociedad y de la historia de nuestro tiempo...

-Vidal Sassoon cambió el encorsetamiento de la época y fue un revolucionario al que tuve la suerte de conocer. Llevaba yo cuatro años en Madrid y él hizo una exposición con Laura Valenzuela, que era clienta nuestra de Galerías Preciados. Cuando Vidal Sassoon me dio la mano, me dije: «No me la lavo en cuestión de días», porque él estaba de moda, en pleno auge. Desde entonces no he dejado de seguirlo. Creo que la peluquería es siempre reflejo de la historia y sus cambios sociales. La peluquería es símbolo de lo que la calle quiere.

-El hombre de hoy acude ahora más a la peluquería que las mujeres. Cristiano Ronaldo, Sergio Ramos, Leo Messi... no van a un campo sin antes pasar por el estilista...

-Ha sido una revolución. Es cierto que todos estos futbolistas marcan por el tirón que tienen, pero más allá, el hombre actual ha pasado de ser el metrosexual a cuidarse con la misma naturalidad que una mujer, a reclamar su derecho a verse bien, a aplicarse sus cremas, a peinarse, a cortarse el pelo con regularidad.

-¿Qué nivel tenemos en España de la peluquería masculina respecto al resto de países?

-En España tenemos unos niveles tanto de peluquería masculina como femenina de los más altos de Europa. Aquí tenemos unos grandes barberos. Recuerdo cuando empecé a trabajar en Madrid con Rafael y Juan Carlos, que eran campeones del mundo en sus especialidades masculina y femenina respectivamente. Se unieron, montaron una franquicia y tuve la gran suerte de entrar en uno de sus salones con 18 años, en parte también gracias a mi tío Germán y a Santos. Allí aprendí a cortar el pelo. y de barrer pelos en uno de sus negocios pasé a dirigir una de sus peluquerías en la calle Serrano. Estaba al lado de la embajada y hasta allí acudían los diplomáticos con sus chaquetas y sus pistolas. Tengo esa imagen de sentirme en parte importante.

-¿Quién marca las tendencias de moda en peluquería, la calle, los medios, las marcas?

-Siempre he dicho que ha sido la calle. Es cierto que ahora las redes sociales y los ‘influencers’ están marcando mucho, sobre todo a la gente joven. Es verdad que cada año hago un master en Londres, pero donde realmente me nutro es en los mercados, en la calle, cuando vas paseando por Oxford y ves esa multitud de gente, esa multiculturalidad tan cosmopolita. Ahí es donde verdaderamente te empapas, pero eso sí, con la técnica aprendida de los profesionales, que son los que marcan las tendencias; las grandes firmas.

-¿Qué opina del boom de los barberos?

-Desde 2014 se intuía ya en Reino Unido que era algo que iba a llegar para quedarse. Las barbas siempre han sido sinónimo de poder, basta mirar a la Antigua Grecia, donde una barba era símbolo de jerarquía.

-Ha peinado a muchas mujeres. Hable de la cosificación de la mujer, ¿qué opina de la violencia de género, de la manada?

-Es un problema importante. Creo que hay que trabajar desde la infancia, desde la educación. Los anuncios, las redes sociales, la mujer como objeto sexual, poner una colonia entre los pechos de una mujer me parece terrible. Entiendo que la belleza de una mujer puede ser usada por la publicidad pero nunca como objeto sexual, puesto que es un ser humano y como tal se merece un respeto.

-Vivimos en un mundo de la imagen, ¿mirando a los refugiados cree que estamos desatendiendo el alma?

-Es cierto. Me considero una persona sensible y pienso muchas veces que le damos demasiada importancia a lo exterior. Me cultivo y me involucro en causas como el Banco de Alimentos o la Casa de la Misericordia. Hemos hecho muchas cosas tanto en Cáceres como en Madrid. El de los refugiados es un problema de Europa que debe solventarse de un modo global y con el consenso de todos. Por otro lado, creo que es fundamental dotar a onegés como Cruz Roja o Médicos Sin Fronteras de más medios para poder atender a toda esta gente que nos llega, hay que introducirles en la sociedad de una forma paulatina porque huyen de esas guerras y necesitan que los recibamos con los brazos abiertos. Seríamos criminales si no lo hiciéramos. Y finalmente se debe buscar una solución para que esos países salgan de la terrible situación en la que se encuentran. Pero no podemos mirar para otro lado, hay que involucrarse.

-Y para terminar, ¿es de los que cambiaría de peinado a Puigdemont?

-(Risas). Me da la impresión de que el flequillo de Puigdemont va creando moda. No lo conozco pero creo que no está haciendo las cosas bien. En el momento que estás fuera de la ley estás totalmente deslegitimado.