Cuando un niño tiene dificultades en el colegio para aprender a leer o escribir, no es raro escuchar el comentario «llevadle al oculista, igual no ve bien». Incluso muchas veces, son los propios maestros quienes detectan los problemas de visión de sus alumnos y advierten a los padres.

Sin embargo, hay casos en los que esos niños no son miopes, ni hipermétropes y tampoco tienen astigmatismo, pero continúan con dificultades para aprender a leer y escribir. En estos casos, puede haber un problema visual no detectado. De buscarlos y tratarlos se encargan los optometristas, desde la prevención, detección temprana y diagnóstico hasta el tratamiento de problemas visuales. No son oftalmólogos, es decir, no se ocupan de patologías como glaucomas, cataratas, etcétera, sino que atienden las dificultades de nuestros ojos para ver. A pesar de ser una educación reglada en las universidades, su profesión es aún poco conocida y muchos padres y maestros desconocen esta disciplina científica.

Hay numerosos estudios que relacionan la falta de atención, los problemas de lecto-escritura y la comprensión de la lectura, que pueden aparecen a las edades en la que los niños aprenden a leer en el colegio, con problemas visuales como la insuficiencia de convergencia o un mal control oculomotor.

Para corregir estos problemas, los optometristas emplean la terapia visual, es decir, tratamientos especializados para tratar determinados problemas del sistema visual que en edades tempranas pueden generar dificultades de aprendizaje.

Teresa Calderón González estudió Optometría en la Universidad Complutense de Madrid, especializada en Optometría Clínica, imparte clases de Visión y problemas de aprendizaje en un máster oficial de la Universidad de Granada, «el 30% de las dificultades de aprendizaje son problemas visuales sin diagnosticar», asegura.

En su consulta cacereña, atiende a niños con estas dificultades, «los optometristas trabajamos los problemas relacionados con la visión y que pueden interferir en un aprendizaje adecuado, aunque no somos especialistas en dificultades del aprendizaje, para eso están profesiones como la psicología, pedagogía, logopedia, y el trabajo conjunto va a permitir una mayor eficacia en los tratamientos», explica.

¿Qué problemas atienden entonces los optometristas? «Refractivos, como la miopía, binoculares, que tienen que ver con el funcionamiento de los dos ojos a la vez o acomodativos, que se refieren a las dificultades para enfocar», aclara Teresa Calderón. Pero también los visuoperceptivos, es decir, cómo entiende nuestro cerebro la información visual que le llega para luego generar una respuesta. O dicho de otra manera, la facilidad para entender formas, colores, etcétera.

«Uno de cada tres niños tiene problemas visuales», asegura Calderón, «de estos, el 40 por ciento se soluciona con gafas y el 60 por ciento, es un problema binocular». Estos provocan que el niño vea doble, que se genere un ojo vago por la supresión de la imagen que genera uno de los ojos o que vea borroso, lo que se puede traducir en mareos, dolores de cabeza continuados o vértigos.

Cuando el niño con estos problemas se enfrenta al aprendizaje de la lectura y la escritura, encuentra serias dificultades para ello. Según Teresa Calderón, esto se debe a que «el movimiento de los ojos en la lectura pasa, primero, por la fijación, para leer las letras, luego por el movimiento de avance amplio, saltos de avances pequeños y regresiones para seguir leyendo». En el caso de estos niños con dificultades, «no pueden hacer eficazmente estos movimientos y, por tanto, el aprendizaje de la lectura les cuesta más y no siguen el avance esperado para su edad», resume.

La terapia visual de los optometristas trabaja para solucionar estos problemas, «esto se entrena y se puede revertir», afirma Teresa Calderón. En definitiva, los ojos pueden aprender a ver mejor.

Pero para que un niño acuda a un optometrista que detecte exactamente su difultad y diseñe una terapia específica para él, hace falta que sus padres o maestros detecten primero el problema. Hay signos que advierten de ello como los niños que, relativamente mayores, continúan señalando con el dedo la línea de texto mientras leen, los que se saltan de una a otra o se ‘comen’ palabras de manera reiterada. Calderón incide en la importancia de que los profesionales que trabajan con niños en edad temprana conozcan estos problemas para poder descubrirlos incluso antes de que los menores aprendan a leer, «es muy interesante detectarlos antes de la lectura y ponerle así solución, porque luego es fácil que se frustren ante la lectura», explica esta optometrista.

Implicación

Una de las reivindicaciones de los profesionales del sector es que se le dé a los problemas de visión la atención que se merece por parte de las diferentes administraciones. «Hay campañas infantiles dentales, sin embargo, no se ha hecho ninguna de la visión, cuando el 80 por ciento de lo que llega al cerebro es a través de la vista, y el 20 por ciento restante, de los otros cuatro sentidos», explica Teresa Calderón.

Por este motivo, también considera interesante la formación al respecto no solo de los maestros «Es necesario un trabajo multidisciplinar entre todas las profesiones que trabajan con los peques durante la edad de aprendizaje», opina Calderón, «y ante una dificultad específica, hay que descartar que exista un problema visual». Y si esto se hace en una edad precoz, antes de aprender a leer, mejor. Para ello, hay tests que detectan las dificultades de los menores porque, como explica Teresa Calderón, «los niños no saben lo que es ver bien y por eso nunca se quejan».

Sin embargo, hay signos externos que pueden funcionar como señales de alarma, «ojos rojos y lagrimeo, que el niño se frote los ojos repetidamente, o que le duela la cabeza con frecuencia», aclara Calderón. Además, puede haber signos físicos evidentes, como ocurre con el estrabismo; pero también otros que pasan más desapercibidos, «como que se acerque mucho la tarea o que no le guste estar en el exterior, porque puede deberse a que no vea bien». Esta optometrista también recomienda una revisión por un profesional en caso de antecedentes familiares.

Lo importante es detectar el problema y, sobre todo, saber que se puede resolver con una terapia adecuada.