Ha recorrido medio mundo con su voz. Tokio, Nueva York, París Helsinki, Budapest han escuchado cantar a María José Montiel (1968, Madrid). Hace escasos cuatro días la mezzosoprano ofrecía un recital en la sala Bolshoi en Moscú y esta semana visita por primera vez el escenario de Cáceres. Lo hará acompañada de la Orquesta de Extremadura con Álvaro Albiach a la batuta. La cita será el 5 de octubre en el Palacio de Congresos --un día antes, el 4 de octubre, ofrecerá una actuación en Badajoz--. Para debutar en la región interpretará el Poème de l’amour et de la mer --Poema del amor y la mar traducido al castellano-- de Ernest Chausson, una pieza y un autor que despierta el elogio de la propia intérprete y a la que ya ha puesto voz con anterioridad, la última el año pasado en Sevilla. «Es una obra francesa con unos poemas maravillosos que se conoce muy poco, es tremendamente melancólica y me hace mucha ilusión por la belleza y por la fuerza con la que se intercalan la voz y la orquesta», pone de manifiesto Montiel.

La mezzosoprano confiesa sentirse doble ilusión por actuar en Cáceres y hace mención a su raíz extremeña. Su abuela nació en Villafranca de los Barros. Aunque su vida ha transcurrido sin vínculos en la región, asegura que en alguna ocasión visitó el pueblo de su abuela, «una mujer amable» que bien retrata, añade, el carácter de los extremeños. «Desde que llegamos todo han sido buenas caras, si hay algo que destaco es la amabilidad de la gente», sostiene. Montiel atiende a este diario tras uno de los ensayos con Albiach. «Es un director con exquisita sensibilidad», apostilla. Esta última semana sirve para perfilar ajustes del directo sobre el escenario, pero la cantante asegura que el proceso para preparar un papel para ópera es lento e intenso. «Supone muchos meses de trabajo, cuando preparo un personaje de ópera siempre me guío por el texto, acudo a la literatura y me nutro de la historia y de todo lo que pasó alrededor, voy a la filosofía, el estudio es muy enriquecedor», argumenta.

Su lema de cabecera es «el canto es la voz del alma» y se muestra convincente cuando hace mención a la perfección con la que aborda su trabajo. «Un artista cuando se pone encima del escenario tiene que dar lo máximo, yo llevo cantando treinta años, empecé a cantar y a hablar a la vez y por respeto al público y a mí misma, cuando canto doy lo máximo».

En 2015 fue distinguida con el Premio Nacional de Música que otorga el Ministerio de Cultura, el máximo galardón del gobierno, su currículum acumula decenas de países y es embajadora de la fundación Columbus que trabaja para tratar a niños con enfermedades. Lo ha conseguido todo y no pide nada. «Lo que me traiga la vida», concluye. De momento, añadirá Extremadura a su lista y el 18 de octubre cantará en la gala de los Premios Princesa de Asturias.