No tengo conciencia de que alguna vez me hayan dado calabazas, supongo que será porque soy más de buñuelos y huesitos de santo. Eso de Hallowenn lo he mirado siempre de soslayo y he preferido peregrinar hasta la plaza Mayor, meterme en la Pastelería Isa y pasarme las horas muertas charlando con Noelia. Solemos recordar tiempos pretéritos, cuando en la plaza estaba La Parada, ¿se acuerdan?, un bar que llevó Felipe Berjoyo, que estaba en los arcos, en lo que posteriormente fue El Miajón, y que servía tencas fritas y en escabeche.

Eran los años en los que en casa del señor Lino, en General Ezponda, te daban unos cucuruchos con aceitunas, y en La Mallorquina, que era pequeñita y muy bonita, comprabas riquísimos pasteles. Luego estaban la zapatería de Victorino Martín, la farmacia de los Jabato, la de Manuel Bravo, famosa por su maniquí del escaparate, al que todos llamaban ‘El Quebrao’, y la de Margarita Pereira, que puso allí su primera botica, los Terio, con sus sombreros y deliciosas esencias, El Barato, el comercio de telas de Víctor García, el estanco de los Durán, el hotel Europa, y la librería de los Solano.

Pero hablábamos de Noelia, que sigue la estela familiar que inició su abuelo, Vidal Arias, y continuó su madre, Isabel Arias. A la vitrina de esta pastelería es imposible resistirse, y si no que se lo pregunten a Pedro Almodóvar, que cuando estudió en el San Antonio se quedó prendado de las bambas de Isa, lo mismo que le ha ocurrido a otros dignos representantes del postureo español, léase Bertín Osborne, Chiquetete o Albert Rivera.

Viene todo esto a cuento porque estamos en el puente de los Santos, y un fin de semana de este calibre no se entiende en Cáceres sin la Pastelería Isa, con sus exquisitos buñuelos de viento, chocolate, nata, crema y cabello de ángel. Sin olvidar el hueso de santo tradicional con baño de crema, cubierto con azúcar que, resumiendo, es una delicia.

Estos días la Pastelería Isa es un no parar de largas colas, decenas de encargos y huesitos y buñuelos que se amontonan por kilos en el obrador. Pero, claro, Cáceres no puede escaparse de las americanadas y nuestras noches terminan disfrazándose de calabaza. Ocurre en Nebbia, el garito que antes fue de Eduardo Rodríguez Sanjuan, el famoso Teeboo, que ahora llevan Coke Bermejo y José Luis. Estos días han paseado su estampa por este local de Doctor Fleming Miranda pa Cuenca, The Quenn Bee y muchos universitarios que no han querido perderse las ofertas en las copas de este divertido garito.

Fue precisamente en La Madrila Alta donde me topé con la celebración de la boda de Leonor Martínez Pereda, Loncha para los amigos, y Carlos Sarasa. Los dos se fueron al notario, luego de cañas para festejarlo y a Venecia de luna de miel. Como Carlos trabaja en la central nuclear en Tarragona y ella es gerente del Instituto de Consumo de Extremadura, no se ven de continuo, así que, hábil y agudo el notario, lanzó durante el enlace matrimonial una premonición cargada de sabiduría: «Vosotros duraréis 90 años». ¡Qué razón tienen en ocasiones los notarios!

Después me fui para el Vivaldi de Miguel y Jordi (este mes celebra el bar su 35 aniversario) y aparte de leer en el Extremadura que han inventado unos pantalones en el Reino Unido para que los pedos no huelan, me quedé aún más consternado al enterarme de que los de la empresa que iban a montar un gimnasio low cost en el Coliseum se han rajado. Eso sí que es darle calazabas a Cáceres; por eso aquí sigo, fiel a mis buñuelos.