Los recursos destinados a los servicios sociales representan una de las formas de redistribución hacia los sectores menos favorecidos de nuestra sociedad. Necesarios estos recursos para mitigar el clamor de justicia social, esta que de alguna forma representa la humanidad en cada uno de nosotros y en el conjunto de la sociedad. 41,57 euros por habitante es la totalidad de lo que somos capaces de ofrecer en Cáceres, nuestra ciudad; si bien representa una posición intermedia a nivel nacional, lo es de forma notable comparando las ciudades de la región. Migajas de una u otra forma que apenas mitigan las necesidades básicas de cada día más personas.

Estos escasos recursos alimentan la esperanza en un mañana mejor, sin ellos apenas podríamos mirarnos al espejo si deseamos una sociedad bendecida con la razón. Somos eficaces a la hora de producir bienes y servicios, eficaces como nunca en la historia de la humanidad, pero se nos está olvidando la solidaridad necesaria que ese mismo avance representa. El futuro, de haberlo, necesita este compromiso que vertebre las relaciones de intercambio en un desigual reparto que apenas se mitiga con estos escasos presupuestos. Ninguno de nosotros desea vivir en una sociedad de necesitados, de individualidades separadas por su específica diferencia, de visible escasez de unos cuantos; nadie desea lo que ocurre y sin embargo se produce, falta solidaridad institucionalizada, reflejada en los presupuestos colectivos. Esa solidaridad que emana de casi todos nosotros, y si esto es así, y lo es, se produce un desajuste en la realidad contabilizada.

Nos toca añadir números a la estadística mediocre, esa que no nos dibuja cómo somos, cómo queremos ser. Es hora de cambiar, de cambiar los números para que reflejen cómo queremos vivir. Hagámoslo.