Cuando los padres de Magdalena Valerio se enteraron de que su hija iba a formar parte del equipo de Gobierno de Pedro Sánchez casi ni se inmutaron. Él, Juan Valerio, de 88 años, dijo que su vida seguiría igual y que continuaría yendo todos los días a cuidar de sus gallinas. Su madre, Claudia Cordero, de 90, hizo de madre y le advirtió que tuviera cuidado «que la vida está muy mala». Se enteraron por la televisión, desde su casa de Torremocha, porque su hija aún no les había comunicado que iba a ser la ministra de Trabajo, lo mantuvo en secreto a instancias del presidente del Gobierno. Ayer, el pueblo cacereño quiso hacerle un homenaje a Magdalena Valerio, una de sus vecinas honoríficas, inaugurando una calle con su nombre; la calle en la que ella jugaba de niña.

Sin embargo se hizo de rogar. Cuando el alcalde de la localidad, Alfonso Barroso, se lo propuso, no aceptó. «Le dije que había mucha gente en este pueblo que se merece una calle más que yo, pero él insistió», recordó ayer.Al final accedió. Ayer inauguró su calle, en presencia de sus emocionados padres, de su hija y de muchos miembros de su familia (estaban su primo Paco, su primo Martín, sus tíos y las amigas de su pandilla: Cati, Carmen, Toñi o Loli). Además de casi todos los vecinos del pueblo (tiene unos 900 habitantes), que no quisieron perderse cada paso que dio.

«Cuando acepté solo pensé en mis queridos padres, dos personas humildes y trabajadoras, sé que todo lo que soy se lo debo a ellos», afirmó la ministra. Su padre comenzó a trabajar con 8 años, después de que el abuelo de Valerio le obligara a dejar la escuela para encargarse de la piara. «Se perdía por el monte de lo pequeño que era», recuerda la ministra. Tras 20 años de pastor hubo que sacrificar a los cerdos por la peste porcina, pero se reinventó y se hizo Guardia Civil, después de aprender a leer y a escribir en la mili. Cuando se jubiló volvió a Torremocha, donde sigue con sus gallinas y sus animales. Todavía conduce.

Su madre empezó trabajando de niña en la casa del veterinario y terminó ejerciendo de cocinera, en el mundo de la hostelería, donde solo tenía libre los jueves. «De ellos he aprendido el esfuerzo y el sacrificio y lo que cuesta sacar adelante a los hijos», añadió.

Se marcharon de Torremocha cuando ella tenía 2 años y vivieron en varias ciudades españolas, según los destinos que iban dándole a su padre. Pero todos los veranos regresaba. «Aquí tenía mi pandilla», asegura. Consiguió una beca con 9 años, con la que comenzó a estudiar Delineante. Gracias a esta ayuda pudo cursar Derecho y convertirse en la primera de su familia en tener una carrera universitaria.

Sus comienzos en política

Fue en Alcalá de Henares donde comenzó su vida política, como presidenta de la asociación de vecinos de la plaza del Barro. Dice que siempre ha sido muy reivindicativa. Su abuela Isabel, al enterarse de que su nieta era de ideales de izquierda le decía: «Hija mía, ten mucho cuidado, qué fíjate lo que pasó».

Finalmente terminó en Guadalajara, donde vive. A pesar de ello, asegura que se siente extremeña. «Conseguí quitarme el ‘encuanti’, pero mi acento me niego a perderlo, lo mantendré mientras viva», reconoció. Valerio estuvo acompañada también por la delegada del Gobierno, Yolanda García Seco, por la presidenta de la Asamblea, Blanca Martín, por la consejera de Educación, Esther Gutiérrez, y por la presidenta de la diputación, Rosario Cordero.

Además de una calle con su nombre, ayer se inauguró otra vía en Torremocha en memoria de las víctimas del terrorismo. Y Valerio recordó a Práxedes y Catalina, dos familiares de su madre que fueron asesinadas durante la Guerra Civil y cuyos restos aún no han sido recuperados.