Se dice, y creo con razón, que la historia es la maestra de la vida, si después de su travesía del desierto la Acción Católica quiere volver a ser lo que fue, es necesario aprender del pasado para no volver a repetir los errores de entonces, esto, a pesar de que lo tengamos claro no es fácil. Estoy de acuerdo que en la superación de la crisis, influyó sobre todo el propio dinamismo del movimiento, la importancia de su misión, y la necesidad de seguir impulsando el papel de los seglares en la acción de la Iglesia. El cambio social y eclesial experimentado desde entonces es también clave, y en dicho cambio ha influido el nuevo ambiente producido en la relación Jerarquía y Movimientos.

Del juego de todos estos elementos en 1989 aparece el documento «La Acción católica hoy. Nueva configuración». Antes en 1988 el Congreso «Parroquia Evangelizadora», había puesto de manifiesto la importancia de la Acción Católica. En 1993 la Conferencia Episcopal aprueba las nuevas bases y estatutos que lanzarán al movimiento hacia el futuro.

No fue hasta el año 2003 cuando se puede decir que: el Movimiento Junior de AC, el Movimiento de Jóvenes de AC, y la Acción Católica General de Adultos, comienzan a tener claro un objetivo común «avanzar en el trabajo como Acción Católica General (ACG)». En el documento «La Acción Católica General. Nueva configuración: a vino nuevo odres nuevos» se recogen todos sus propósitos. Superada la crisis planteada por el Movimiento Junior en los años 2007 y 2008, en el verano de 2009 se celebra en Valencia la Asamblea de Constitución de la Acción Católica General.

Desde una lectura creyente de todo el proceso un conferenciante de esa Asamblea decía «a la vista del camino recorrido, teniendo en cuenta sus aciertos y tropiezos…ha llegado el momento de aparcar por un tiempo lo debates internos y no permitir que la sal pierda su sabor, ni poner la luz debajo del celemín».

Aceptando aquel dicho de «que quien pierde sus orígenes pierde su identidad», la ACG asumiendo la realidad compleja de la Iglesia de hoy, partiendo de la parroquia y de la diócesis, se propone realizar su misión evangelizadora, protagonizada por los laicos y vivida en comunión eclesial.

Nuestro obispo, asumiendo las conclusiones sinodales, lo tienen claro, el compromiso seglar debe canalizarse en la diócesis a través de la AC.