María San José, una mujer de belleza sin igual, estaba casada con el abogado don Felipe Álvarez Uríbarri y tuvieron nueve hijos: María Dolores, a la que todos conocían como Quiqui, Fati, Fernando, Felipe, Gabriel, Menchu, Marita, José Antonio y Cristina. Era la de los Álvarez una casa bellísima que aún se conserva en la plaza de San Juan y que está situada encima de El Figón. Con vistas a la plazuela y a la calle Pintores, disponía de altos techos y un hall tan grande como un campo de fútbol. En casa de los Álvarez trabajó durante 50 años Leoncia Gómez Galán, la última vocera vendedora de EL PERIODICO EXTREMADURA, nacida en Valencia de Alcántara en 1903, y abandonada al nacer a las puertas de una iglesia de la localidad. Leoncia, de característica nariz borbónica, era una mujer muy trabajadora y con mucha paciencia, que cada mañana acudía a comprar los churros a la churrería que la señora Petra tenía en la calle Cornudilla.

En la casa, don Felipe tenía un despacho que aún se mantiene tal y como él lo dejó. Era un despacho de esos con muebles de estilo español con enormes cabezas. Y estaba todo aquello repleto de libros y estanterías. También disponía la casa de dos salones, donde se celebraban las fiestas de Navidad y cada noche de Reyes subían Sus Majestades, con los pajes y todo, y, claro, los nietos, embargados por la emoción, apenas pegaban ojo pensando en la llegada de regalos de la mañana siguiente.

En aquel escenario de San Juan, donde los muchachos jugaban sin problemas de tráfico, se movía con elegancia Leoncia, que tenía cierto aire distinguido. Por allí estaba María Galindo, que era modista, Gabrielín, que era profesor, o Hijos de Petra Campón, un colonial de la época que nos encantaba a los cacereños por la magistral forma con la que partían el bacalao. Luego estaba la cafetería Lux, y ese dicho tan popular de Cáceres de ‘Los ricos van a Lux, los pobres a LuxPortales’.

A la puerta de la casa de los Álvarez estaban los taxistas. Había uno de ellos al que llamaban Monsieur porque decían que había sido chófer de unos franceses. Desde los balcones de arriba los nietos de don Felipe le preguntaban: «Monsieur, ¿nos das una vueltina?». Y Monsieur asentía con la cabeza, y en tropel los muchachos se metían en el taxi, y Monsieur daba la vuelta a la plazuela, y para los pequeños aquello era como tener el mundo entre sus manos.

Ahora, San Juan ha vuelto a recobrar vida tras la reforma ejecutada por el gobierno municipal y que la ha convertido, sin duda, en la plaza más bonita de Cáceres.