Alguien puede imaginar hoy Cáceres sin Cánovas? Difícilmente, porque el paseo más querido se ha convertido en el centro de la estructura urbana, pero también de la vida social. No hay evento que no tenga que ver con este parque, no hay cacereño que no lo frecuente, no hay ciudadano sin un momento especial en la memoria relacionado con este espacio... «Sin Cánovas, Cáceres sería de otra manera urbanísticamente, pero también sentimentalmente», afirma Fernando Jiménez Berrocal, responsable del Archivo Histórico Municipal. Cánovas, que en 2020 cumplirá nada menos que 125 años, sigue ofreciendo algo a todos.

Fue inaugurado en el año 1895 y estaba por completo fuera de la ciudad. «De hecho, Cáceres terminaba en las llamadas ‘afueras de San Antón’, pasado el Gran Teatro y la antigua ermita de San Antón, derribada precisamente en esos últimos años del siglo XIX. Allí estaba el herradero de los bueyes y por allí discurría el camino viejo de Malpartida o camino de San Juan del Puerto, aún conservamos planos de la zona», relata Fernando Jiménez Berrocal. Pues bien, el paseo se diseñó a raíz de un acontecimiento histórico que marcaría el futuro de la capital: la inauguración de la estación del ferrocarril a un par de kilómetros del casco urbano (hoy Los Fratres).

«La ciudad comenzaría a crecer en dirección a ese nuevo nudo de comunicaciones que permitió salir a Cáceres del aislamiento histórico que arrastraba. Ya desde los años 80 del siglo XIX se venía hablando de crear una gran avenida, un parque o un paseo que enlazara la ciudad con el tren. Por ello, esta zona recibiría el nombre del ‘Ensanche’», relata el historiador.

El Archivo Histórico conserva un primer plano de 1889, del arquitecto Pedro Vidal, sobre la parte baja del paseo (Calvo Sotelo), que además coincidía con los accesos al Hospital Nuestra Señora de la Montaña, que entonces se estaba construyendo y que se inauguraría un par de años antes del propio paseo. La zona se transformó en un parque con árboles, con el mismo suelo en tierra que conservaría durante un siglo (hasta principios de los 80, cuando se instaló el pavimento de baldosas). Al principio se conoció como Paseo de las Afueras de San Antón, pero en solo dos años se bautizó como Cánovas en honor al político asesinado en un atentado.

BURGUESÍA Y MODERNISMO / «Muy pronto se vio que ese nuevo espacio no iba a servir solo de nexo con el ferrocarril, sino que tendría una utilidad urbanística para nuevas edificaciones», explica el historiador. En 1900, detalla, con el parque ya inaugurado, había tres construcciones: el Hospital Provincial (1893), las Hermanitas de los Pobres (1885) y el Parador del Carmen. El paseo poco a poco se convertiría en el lugar escogido por la burguesía local para levantar sus palacetes, símbolos de un nuevo tiempo.

De hecho, Cáceres dispone de una colección de inmuebles con evidente valor arquitectónico, construidos a finales del siglo XIX y principios del XX, coincidiendo con la etapa del modernismo, por familias como Carvajal, Urribarri, Montenegro o Aranguren. Algunos se sitúan en Cánovas, o se situaban, porque los hubo que sucumbieron a la piqueta. Por ejemplo Las Chicuelas, un inmueble edificado en 1927 cuya demolición dio la voz de alarma en 1980. Situado en la esquina de Cánovas con San Antón, fue una de las obras más significativas del arquitecto municipal Ángel Pérez, el máximo exponente de ese pseudomodernismo cacereño de líneas burguesas y eclécticas.

El mismo arquitecto levantó el edificio de enfrente (1932), durante años sede del Central Hispano, luego adquirido por Progemisa para su rehabilitación y hoy ocupado por la perfumería Avenida en su planta baja. Asimismo, Ángel Pérez diseñó el bello inmueble del nº 3 de la avenida de España, desde hace años oficina del BBVA (lo restauró hace más de una década), junto al llamado jardincillo de Roquete. Otra de sus construcciones fue el hotel de estilo vasco en la esquina de Cánovas con Gómez Becerra (1928), derribado en los años 80; y la Casa de los Picos (1937), también en el nº 7 de la avenida de España. Pero sobre todo, Ángel Pérez llevó la modernidad a Cánovas con el Cine Norba (1934), alineado con el estilo decó europeo. Sobrevivió hasta 1967 y en su lugar se levantó un edificio de viviendas.

Otras joyas de la época que siguen en pie en Cánovas son el chalet de los Málaga, edificado en 1932 por el arquitecto López Muñera. Está declarado Bien de Interés Cultural y ha sido restaurado por Cajalmendralejo. También en 1927 se construyó el inmueble del nº 5 de la avenida de España, que aún resiste, por el arquitecto Francisco Calvo Traspadierne.

EL CABALLO DE CALDERA / Por tanto, durante el siglo XX se fue urbanizando todo el entorno del parque hasta convertirse en el eje del Cáceres contemporáneo. «Pero Cánovas no solo debe concebirse en términos de desarrollo urbanístico, también hay una parte sentimental relativa a todo lo que este espacio ha aportado a los ciudadanos», matiza Jiménez Berrocal. Y es que el parque se transformó pronto en el lugar por excelencia para pasear, ver y ser visto (desplazando a enclaves como el paseo de San Francisco con sus álamos negros) y se fue convirtiendo en el centro de la vida de los cacereños... «Todos hemos tenido mucho que ver con Cánovas, allí hemos ido con nuestros padres y con nuestros hijos, allí hemos disfrutado de los conciertos dominicales en el bombo, allí tenemos la foto con el caballino de Caldera...», relata Fernando Jiménez Berrocal.

Además, el paseo ha consolidado su propio patrimonio ornamental con la estatua de Muñoz Chaves (1918), obra de Mateo Inurria; el monumento a Gabriel y Galán (1926), obra de Pérez Comendador; o las fuentes ornamentales. El ‘no va más’ fue la inauguración de la Fuente Luminosa en 1965. «Los padres nos llevaban de la mano para que viésemos de noche aquel espectáculo de agua y luz que le dio un aire capitalino a la ciudad», añora el historiador. Hoy, afirma, «el parque es la auténtica columna vertebral del Cáceres moderno y sigue prestando un inmenso servicio a la población casi 125 años después».