Con dos años y medio a Juan Luis Fernández le detectaron síndrome del Trastorno del Espectro Autista (TEA). Antes sus padres ya habían comenzado a notar comportamientos fuera de lo normal porque no atendía a sus órdenes, era como si no les escuchara, y comenzó tarde a hablar. Su maestra en la guardería fue la que terminó por confirmárselo: «Nos sugirió que había algo raro en el niño, nosotros ya nos habíamos dado cuenta», recuerda su padre, Valentín Fernández. Le llevaron entonces al Centro de Atención a la Discapacidad de Extremadura (Cadex), donde finalmente pusieron nombre a lo que ocurría: era autista.

A partir de ahí empezó una cruzada para sus padres, para intentar que Juan Luis lograra normalizar su vida. Entonces Cáceres no ofrecía ningún tipo de terapias para este síndrome (solo consiguieron zooterapia y logopedia), por lo que comenzó a tratarse en Badajoz, en la Asociación de Padres de Personas con Autismo de esa localidad (Apnaba). Después estos padres fueron los que iniciaron el proyecto de Aftea en Cáceres. No se han rendido nunca. «La clave es trabajar todos los días, desde que se despierta hasta que se duerme y pensar primero en él antes que en ti», añade Valentín.

Sus esfuerzos han surtido efecto. Juan Luis acaba de terminar Bachillerato con Matrícula de Honor y el próximo 4 de junio se presentará a la Evaluación de Bachillerato para el Acceso a la Universidad (EBAU), lo que antes era Selectividad. Ha cursado la rama de Humanidades en el instituto Virgen de Guadalupe, donde llegó en 3º de ESO. Antes de decidirse por las letras comenzó el Bachillerato de Ciencias aunque, a pesar de que el primer curso aprobó todas las asignaturas, decidió cambiarse después «porque pensé que sería más fácil». Para ello tuvo que examinarse de Historia y Latín, que aprobó con buena nota.

Miguel Moratinos y Juan Carlos Zambrano, sus maestros de Audición y Lenguaje y Pedagogía Terapéutica, y Chechu Rubio y Andrés García, sus orientadores, son como sus pies, sus manos y su voz en el instituto. A Juan Luis le cuesta comunicarse con los demás. Dicen que su síndrome es de libro. Su principal problema son las relaciones sociales, sobre todo las espontáneas, los contactos que surgen sin estar planeados. Tiene amigos, pero le cuesta compartir con ellos conversaciones; en esto también le ayudan sus maestros. «Él en su cabeza lo tiene todo muy estructurado, por eso nosotros le ayudamos a organizar el entorno», explican los docentes.

Pero a Juan Luis no le hace falta hablar para ser brillante, es el mejor de su clase. Ahora se prepara mañana y tarde para la Selectividad, que espera pasar sin problemas. Quiere estudiar Magisterio por Inglés: «Quiero ser maestro, hay que tener paciencia con los niños pero me gusta enseñarles», dice.

No es el único con este trastorno en el instituto, donde actualmente estudian cinco alumnos con TEA. El centro abrió en el curso 2013/2014 el primer aula especializada de autismo en Secundaria en Extremadura. Lo que hacen los docentes es acompañar a los alumnos durante las clases para adaptar los contenidos que aprenden a sus necesidades. «Es muy satisfactorio y un gran orgullo para todo el instituto, aquí en el centro todos están muy sensibilizados con el TEA», indica Miguel Moratinos. Su trabajo, unido al de la familia de Juan Luis, ha supuesto la clave del éxito. Juan Luis es brillante. Le ha costado, pero nunca se ha rendido: «No pasa nada si no se consigue a la primera, hay que seguir intentándolo». Ese es su secreto.