En el Cefot no hay pausa. Funciona como un reloj. De forma sincronizada un pelotón de nuevos reclutas desfila por las inmediaciones a las órdenes de su superior. Apenas llevan unas semanas pero ya siguen las directrices como si llevaran meses de formación. En otra zona reciben su uniforme. Otros, los que abandonan, los menos aunque los hay, embalan sus cajas. A unos metros un grupo de alumnos aprenden a limpiar los fusiles y en otra clase les enseñan a desmontarlos. Los futuros soldados aún manejan las armas con cierta torpeza pero con ahínco. Todos saben a lo que han venido. El último reemplazo se incorporó a la base a finales de mayo. Aún faltan algunos por llegar, los más rezagados. En total son 1.342. Es la cifra más alta en una década. El acuartelamiento ha tenido que ajustar las cuentas y sus instalaciones para que todos puedan recibir su formación militar debido a que el número de aspirantes a soldados en la base cacereña se ha duplicado en tan solo cuatro años.

Desde 2012, año en el que peligró la continuidad del centro de formación de tropa y cerró de forma temporal, han pasado por la base algo más de 10.000 alumnos. Fue en 2013 cuando se reanudó la actividad con 611 reclutas y en 2014 llegaron 1.281. Desde entonces ha mantenido una media de un millar de aspirantes a soldado al año. En 2015 llegó a los 1.200, en 2016, a los 1.000 (en ambos ejercicios se repartieron en dos ciclos). En 2017 fueron 860. El acuartelamiento consolidó así su actividad pero ha marcado la diferencia en el último año. En 2018, el más numeroso, ha llegado a repartir 3.300 en tres ciclos (dos convocatorias de oferta pública de empleo de 2017 y el único reemplazo convocado en 2018). Este año solo ha recibido un nuevo contingente aunque la previsión es que a final de año se convoque otro ciclo de similares características. Deja atrás así el Cefot las incertidumbres y con unas instalaciones a pleno rendimiento, forma a los nuevos alumnos que jurarán bandera en julio. Una vez nombrados soldados, disfrutarán de un periodo de vacaciones y se reincorporarán en la base para concluir su formación específica hasta final de octubre.

una JORNADA ‘MARCADA’ // Este diario recorrió ayer el Cefot y si algo se respeta es la disciplina. Y los horarios. La rutina cada día es la misma. A las siete horas tocan ‘diana’, forman a primera hora, hacen deporte y desayunan. A partir de ahí hasta las 17.30 horas les esperan las lecciones teóricas y prácticas. Sonia Loizaga (Cáceres, 26 años), licenciada en Farmacia, prefiere las clases de primeros auxilios y las clases de tiro y Rafael Montesinos (Sevilla, 24 años) se decanta por la topografía. Ambos llevan algo menos de tres semanas en la base y ya tienen destino cuando acaben la formación:artillería antiaérea y artillería de campaña. Tienen claro que su objetivo es ascender a cargos superiores. «A suboficial», anota Montesinos. Loizaga aspirará a oficial. Coinciden en su afición por la vida militar aunque solo en el caso de la familia de Rafael hay antecedentes, su tío es soldado. Coinciden también en defender los valores que promulga el ejército. Aún faltan meses para que ejerzan pero ni por un segundo se plantean la retirada. De momento, tienen que entrar en una clase de régimen sancionador. Será su última lección de la mañana.