Hasta no hace tanto tiempo, la estampa del aguador o aguadora con sus cántaros a la cabeza o en aguaderas a lomo de bestias, era habitual en pueblos y ciudades que poco a poco caminaban hacia la modernidad, en lo relativo al abastecimiento de agua corriente en los hogares.

El desarrollismo de finales de los años cincuenta y principios de los sesenta del pasado siglo, retiró de calles y caminos a aguadores y lavanderas, principales usuarios de las fuentes públicas. La imagen de la mujer de indumentaria humilde portando ropa en inmensos cestos o cargada de cántaros que reposaban sobre su cabeza, así como la del aguador con su asno acarreando agua, se convertía en testigo de un tiempo pasado.

Los aguadores eran necesarios en villas como Cáceres, que ante la falta de un río en condiciones y con un índice importante de escasez de lluvias, no les quedaba más remedio que proveerse de las escasas fuentes públicas para atender las necesidades de la población, tanto para el consumo humano como para la higiene familiar, de manera especial durante los largos y cálidos veranos de la villa.

Su presencia como grupo gremial aparece documentado desde finales de la Edad Media, cuando ya se encuentran en activo las fuentes del Concejo, del Rey, Aguas Vivas y la Fuente Nueva. En las ordenanzas del Agua de la Ribera, publicadas en el año 1494, ya se establecen las condiciones de uso de estas fuentes para el consumo humano y las prohibiciones en su entorno de actividades consideradas contaminantes, como el lavado de lana, lino, pescado y pieles o el uso como abrevaderos de ganados. Una forma de proteger la calidad del agua de las principales fuentes públicas de la villa.

En el año 1856 el registro gremial de la villa cacereña, nos aporta el número de aguadores que realizaban su actividad en la ciudad, así como sus respectivos nombres y domicilios. Se trata de un total de 24 profesionales que prestaban su servicio a una población de poco más de 14.000 habitantes. Sus domicilios se ubican principalmente en la zona extramuros; Caleros, San Roque, Consolación o Camino Llano.

Su principal herramienta de trabajo eran las bestias utilizadas para el transporte y reparto de agua, normalmente cuatro cántaros de nueve litros para surtir a las casas particulares que se lo podían permitir. Un trabajo duro que apenas aportaba lo justo para seguir tirando. En los años 30 del pasado siglo se cobraba en torno a 1 real por cada carga de agua servida a domicilio. Había que realizar muchas cargas para poder sacar un jornal medio decente.

La presencia de aguadores profesionales aun permanece en la memoria de los más ancianos de la ciudad que han escuchado a sus mayores hablar del señor Polo, de Vicentino, de Elías o de Simón ‘El Ciego’, este último padre de un personaje popular de la ciudad como ‘El Nano’ y abuelo de la cantante Eva Amaral. Ellos serían los últimos aguadores de la ciudad.

Era el principio del fin de un tiempo de atraso secular, que trataba de liquidar para siempre la imagen de la Extremadura descalza.