Parece inevitable: los nuevos programas académicos de Ciencias de la Naturaleza deberán reducirse a menos de la mitad en las próximas reformas de la Enseñanza; a la vez que se amplían los museos para albergar los esqueletos, momias y restos de las numerosísimas especies zoológicas y botánicas que habrán desaparecido de la faz de la Tierra en las próximas décadas del Tercer Milenio; 800.000 variedades fitológicas de las plantas que hasta ahora habían formado la «biosfera» habrán desaparecido dentro de unas décadas, a causa de la proliferación de plaguicidas, insecticidas, herbicidas y otros tratamientos bioquímicos, con los que las poderosas corporaciones agrarias - que dominan y condenan a la Tierra y a la Vida - han pretendido incrementar las cosechas artificialmente y mejorar los precios que les permitían acumular beneficios y repartir «dividendos» entre sus socios y accionistas. En estas «acumulaciones» y «repartos» los menos beneficiados han sido los agricultores o los trabajadores de la tierra, que no figuran entre las «castas» bendecidas por el «capital», por la propiedad ni por las prácticas «neoliberales» que han permitido este desatino contra la Naturaleza.

Igualmente, casi un millón de especies zoológicas se verán eliminadas de los océanos, de los continentes y del aire, a causa de la brutal contaminación industrial que estos tres «medios biológicos» vienen sufriendo desde que la producción masiva de plásticos, de ácidos químicos de toda clase, de carburantes derivados del carbón y del petróleo; o de otras variedades de aglutinantes, pegamentos, detergentes y explosivos, que la «gran industria» ha ido lanzando al mundo para atascarle, impedir su desarrollo y acabar con toda manifestación de vida. Que - como decían los viejos libros, ya desterrados por las «redes sociales»- llenaban el universo terráqueo de belleza, de trinos y cánticos, de colores y aromas, de alegría y amor por la belleza y por la vida; que hoy se nos escapan irremediablemente de las manos, por culpa de unos irresponsables, fabricantes de bazofia industrial, que prefirieron llenar sus bolsillos de inútil dinero y de valores financieros, que se pudrirán junto a ellos en algún vertedero perdido y maloliente, de un Planeta definitivamente vacío.

Conozco ya - de antemano - la reacción violenta e insultante que mis palabras desde la «Tribuna» provocarán en los sectores «conservadores» y «ultras», descalificando el «sentido apocalíptico» que voy dando a mi humilde «columna». Pero creo que, a partir de los «informes» de la ONU y de las más prestigiosas «agencias internacionales» sobre defensa de la Naturaleza, no cabe otra postura que rechazar y condenar la enorme desvergüenza de estas corporaciones industriales, «cegadas» por los beneficios que dan los productos químicos, fertilizantes, desnaturalizantes e incrementadores de la capacidad reproductiva de alimentos, animales o cosechas. Pues, al provocar mediante procesos bioquímicos, transformaciones en la naturaleza de los alimentos, provoca igualmente cabios irreparables en la naturaleza de quien los consume; en sus células y en sus órganos, en su sangre y en las secreciones vitales de sus glándulas; con lo que todas las manifestaciones de la vida se verán afectadas, degradadas y condenadas a su desaparición.

Desde hoy mismo, nuestros jóvenes estudiantes de Ciencias de la Naturaleza, comprobarán con enorme tristeza como van disminuyendo sus libros y programas de Geología, Zoología o de Botánica. Aunque no sé si se darán cuenta cabal del fenómeno; pues, seguramente, estarán haciéndose un «selfi» sobre algún precipicio o desde un balcón colgando en el vacío.