Somos una cultura con raíces y pueblos unidos. Nosotros no festejamos imperios ni dominios pero ya que la historia nos ha dado la oportunidad de este mestizaje aprovechémoslo para conocernos y respetarnos». Son palabras de Tino Esribano, párroco de la iglesia de Guadalupe que una vez más ayer celebró lo que se conoce como misa de fraternidad, en la que participan decenas de personas de distintas nacionalidades que tuvieron que emigrar de sus países de origen. Colombianos, hondureños, indios, senegaleses, sudafricanos, subsaharianos, latinos,... mostraron sus tradiciones en forma de danzas o de gastronomía. Una auténtica fiesta ‘entre culturas’ que este año ha cumplido ya su edición número 33.

En su organización están implicadas, además de la parroquia de Guadalupe, las del Espíritu Santo y la Sagrada Familia y la delegación episcopal de emigraciones. El lema de este año es ‘Dale la vuelta al mundo’, aprovechando que se cumplen 500 años desde que Fernando Magallanes y Juan Sebastián El Cano realizaron la primera vuelta al mundo (el segundo capitaneó la expedición cuando Magallanes murió). Pero la vuelta al mundo que plantea la parroquia es precisamente para terminar con las condiciones de vida de muchos países.

Así, han elaborado una exposición que recuerda las injusticias sociales. Hay referencias a la depredación de las materias primas, a las condiciones que soportan los países subdesarrollados, a la deuda externa y especialmente a Ecuador y Venezuela, que viven una crisis sin precedentes.

La cita comenzó con una eucaristía a la que acuden las comunidades de inmigrantes. En realidad es una jornada festiva en la que cada uno muestra sus danzas y sus trajes más típicos. Después, la comida solidaria. En el plato, arroz blanco con frijoles, huevo frito, verduras y agua. No hay pan ni fruta. Representa la única comida que hacen muchas familias hispanas que viven situaciones de necesidad. También se llevó a cabo un taller de artesanía. Lo recaudado se destinará este año al hospital San Juan de Dios de la localidad venezolana de Mérida. «No podemos salvar el bosque si está en llamas pero sí poner la semilla para que crezcan árboles. No es mucho lo que se consigue, pero ayuda», dice Tino Escribano.