Desde que Marcos tenía 1 año, su madre, Lourdes García, pertenece a la Asociación Síndrome de Down, de la que es vicepresidenta. Ella, y el director del centro de Cáceres, Andrés Talavero, reciben a la prensa en un desayuno cuyo objetivo prioritario es resolver un dilema: ¿Cómo hablar de esta alteración genética? La lengua no es solo una cuestión de forma, también de fondo. Las palabras crean realidades y pueden transmitir aspectos negativos que se convierten en barreras mentales. Y los periodistas tienen mucho que ver en ello porque si emplean un lenguaje adecuado ayudarán a no estigmatizar. Nuestra lengua es tan rica que tiene los recursos suficientes como para usarla sin necesidad de excluir, invisibilizar o marginar.

En el comedor de la asociación, en el barrio del Espíritu Santo, toman asiento los reporteros, la mayoría de ellos de este periódico. Enseguida acuden los siete usuarios del centro que se forman en hostelería para poder dar el salto laboral. Hoy es su debut. Los acompaña Julio, de Beluga Gastropetit, y Macarena, terapeuta ocupacional. La mesa, preparada con mimo, está llena de corazones de cartón decorados con papel de seda y de pequeños carteles que muestran frases motivadoras como ‘La sonrisa es el idioma de las personas inteligentes’. Y son precisamente sonrisas las que no faltan: los alumnos ofrecen café; hay fruta del tiempo, pastas de té y bizcocho de piña que han hecho ellos mismos y que a esta hora de la mañana sabe a gloria.

Al fondo, Beatriz Prieto, experta en Comunicación y Relaciones Institucionales de Down España. A ella se deben campañas publicitarias tan impactantes como ‘Auténticos’ o ‘La vida no va de cromosomas’. Su clase de periodismo es reveladora porque desmonta falsos mitos como que el síndrome de Down es una enfermedad.

No hay que etiquetar al colectivo con genéricos como los down, los subnormales o los mongólicos. Nunca hay que decir que se padece o se sufre Down porque ni son pacientes ni son enfermos. Fuera eufemismos. Por eso hay que escribir siempre la palabra ‘persona’ delante: «personas con síndrome de Down»; eso es lo correcto.

Beatriz echa mano de ejemplos que los tildan de pobres, desgraciados o infelices o de aquel periódico gallego que en un pie de foto escribió: ‘Personas aquejadas por este mal’. «Llamamos indignados, nos dijeron que había sido un periodista en prácticas». Socorrida excusa.

Ni hay que demonizarlos ni hay que tratarlos comos superhéroes. Si una persona con síndrome de Down es político o es deportista ¿por qué retratarla siempre en las páginas de Sociedad, por qué no incluirla en Nacional o Deportes? Huir del paternalismo y la misericordia. ¿Por qué no avanzar en la integración escolar real eliminando los centros de educación especial, formando a los maestros, por qué no adaptar las evaluaciones para que alcancen sus titulaciones, por qué no poder abortar en todos los casos en la semana 14 si así se deseara? La clave es esta: «Reivindico el derecho a ser visible a pesar de ser normal». Tan normal como preparar un bizcocho de piña.