Los operarios caminan sobre el abismo como si tal cosa. A un lado, el lienzo del Baluarte de los Pozos. Al otro, el vacío, un vacío de muchos metros que acaba allá abajo despeñado. Ellos trajinan con espátulas, cinceles, brochas, cubos, morteros y planos por un andamio donde el vértigo se queda corto. Están realmente entregados a la restauración de una fortificación almohade del siglo XII que abraza al tercer conjunto monumental de Europa. Analizan restos milenarios, destripan los secretos de las oquedades con cámaras endoscópicas, descubren impactos de catapultas medievales, hallan antiguas saeteras de arqueros... La primera fase de la restauración de la muralla cacereña es realmente extraordinaria.

Este diario ha vivido una mañana de trabajo sobre el esqueleto metálico que sostiene a los profesionales: restauradores, obreros, arqueólogos, técnicos... En lo más alto, junto al almenado del Baluarte de los Pozos, dialogan el jefe de obras de la empresa restauradora Cyrepsa, Daniel Peinado, y los arquitectos María Matas y Miguel Matas, redactores del proyecto junto con Pedro Gurriarán. «La primera fase comprende desde el Arco del Cristo hasta la Torre de Hernando Pizarro, un área especialmente visible y simbólica, en el lado Este. Es un trabajo apasionante que por ejemplo ya nos ha permitido obtener los datos exactos de cómo era el Baluarte de los Pozos. Sin embargo, también ha deparado una sorpresa desagradable: la muralla está realmente mal. Cuando hemos comenzando a eliminar el material de las restauraciones precedentes, han aparecido daños muy serios», lamenta María Matas.

LAS HERIDAS / «Hay numerosas oquedades y grietas, una de ellas recorre entera la Torre de los Pozos. Tiene unos 20 metros de largo por 1 de ancho en algunos puntos, y atraviesa todo el muro de 1,50 de grosor, de modo que ha partido la muralla», describen Miguel Matas y Daniel Peinado. Las oquedades se distribuyen por todo el tramo. En ellas se han introducido cámaras endoscópicas que demuestran que algunas ya alcanzan un metro y acumulan plumas, excrementos, semillas y huevos a causa del anidamiento de los pájaros, que poco a poco van horadando el tapial. Por eso se instalarán nuevos nidos, pero siempre artificiales.

Las catas realizadas demuestran que las oquedades son los puntos más vulnerables de esta fortificación que levantaron los almohades hace nueve siglos. «Por ellas entra la humedad, que en invierno reblandece y entumece el material, y en verano lo retrae, de manera que un año tras otro, un siglo tras otro, cae arenilla y pequeñas piedras que van descomponiendo el muro», detalla Miguel Matas.

Hace una década, un estudio integral de la muralla coordinado por este arquitecto disparaba las alarmas: detectó más de mil patologías. Por fin, el 11 de enero de 2018 se conoció la llegada de las primeras ayudas destinadas a recuperar este elemento medieval sublime: 700.000 euros aportados por los ministerios de Fomento y Cultura a través del programa ‘1,5% cultural’, que el ayuntamiento ha cofinanciado con otros 300.000 euros para restaurar los tres sectores que integran la primera fase, del total de catorce en los que el Plan Director de la Muralla divide los 1.140 metros del perímetro.

El bastión ha empeorado tanto «que consideramos urgente avanzar lo más rápido posible en la rehabilitación. Ya hemos concurrido a la nueva convocatoria del ‘1,5% cultural’. Tenemos todos los trámites listos esperando una segunda ayuda para acometer el siguiente tramo», anuncia José Ramón Bello, edil de Urbanismo y Patrimonio.

Esta nueva fase comprendería la recuperación del tramo Suroeste, que en realidad incluye dos subtramos discontinuos: el primero, con la Torre Redonda, un cubo, muralla y barbacana; y el segundo, con un trozo de muralla más visible, barbacana, un cubo y la Torre del Aver (muy deteriorada). Varios elementos están fagocitados por las casas, pero los resultados prometen. «Queremos abrir algunas torres más al público cuando acabe la obra», anuncia José Ramón Bello, que aún no desvela los proyectos.

Sería la segunda de las «seis fases» en las que el actual Gobierno local pretende dividir la restauración completa, un dinero que de momento solo puede venir de grandes programas como el ‘1,5% cultural’. «La muralla constituye el elemento clave del patrimonio cacereño, el que da cohesión a todo el conjunto. Si arqueológicamente el mayor hito ha sido el hallazgo de los restos romanos del Mayoralgo, arquitectónicamente éste es sin duda el gran proyecto», subraya el concejal de Patrimonio.

En la obra lo saben y trabajan con tanto mimo como diligencia. Cada día, desde el amanecer hasta la caída del sol, y los sábados alternos, van ‘curando’ la muralla centímetro a centímetro. Una docena de albañiles, restauradores y arqueólogos ‘cosen’ literalmente las grietas con fibra de vidrio, rellenan las oquedades con mortero y recuperan las bellas cintas de cal del Baluarte de los Pozos, la joya más bella de Cáceres que resplandecía con el sol... «Lo hacemos con paciencia y cariño, siempre tratando de diferenciar nuestra restauración del paramento original para no dar lugar a engaños históricos», explica la restauradora Sonia Castro.

FINAL EN SEPTIEMBRE / Las lluvias, el viento del otoño y la tardanza en acometer el baluarte por la presencia de nidos de vencejo, han demorado los trabajos, que concluirán en septiembre. No obstante, los dos primeros tramos en obras, el lienzo de San Roque y el baluarte, estarán entre marzo y abril. «Se trata de una actuación muy singular por sus características históricas, a la vez que complicada por el lugar, la dificultad de acceso... El andamiaje ha sido realizado por una empresa especializada dada la irregularidad del terreno», detalla Daniel Peinado, jefe de obra y restaurador.

La ejecución se divide en cuatro espacios. El primero, el lienzo de San Roque (no es la muralla, que está oculta entre las casas, sino el antemuro o primera defensa), comenzó a restaurarse en 2019 con la demolición de la estructura de tapial construida en pasadas décadas. Su armadura de hierro estaba deshaciéndola debido a las dilataciones. Podría haberse derrumbado. «La eliminamos hasta alcanzar el nivel del antemuro del siglo XII, y lo estamos reconstruyendo con tapial, ya que es la imagen consolidada que tenemos los cacereños del tramo, pero retranqueándolo 25 centímetros Hay que agradecer la buena disposición de los vecinos», destaca María Matas.

El segundo espacio es muy delicado: el Baluarte de los Pozos. Se trata de la más peculiar y avanzada de las torres albarranas. Conserva dos estrellas de ocho puntas, un epígrafe de caligrafía cúfica andalusí donde los expertos interpretan ‘Alá es grande’, y una decoración extremadamente valiosa a base de esgrafiados y cintas de mortero de cal que cubrieron los lados de la torre. En un principio servían para disimular los extremos de las agujas, grandes barras de madera que los almohades introdujeron en la edificación para soportar cada capa. Los restauradores están descubriendo estas maderas y cuerdas de 900 años de antigüedad.

LLENA DE ESCOMBROS / Pero también allí se ha hallado la mayor fisura, que parte el bastión. «Hemos excavado el interior de la torre para localizar el inicio de la grieta y coserla con fibra de vidrio», explica el jefe de obras. «En el siglo XVIII, los Jesuitas rellenaron la torre con los restos de la construcción de la Preciosa Sangre. Vamos a intentar reducir esos escombros, aprovechando que hemos tenido que excavarlos por este motivo», indica Miguel Matas. El Plan Director de la Muralla prevé su vaciado, pero tras la reforma.

Además, los operarios han sacado a la luz varias saeteras (huecos en los muros) utilizadas por los arqueros que defendían la ciudad. Ahora estudian cómo mantenerlas a la vista sin generar humedades. También han descubierto un impacto de una catapulta que se está consolidando, así como las huellas de los merlones suprimidos por los Jesuitas en la almena. ¿Los recomponen o dejan este vacío como parte de la historia? Justo el debate que tienen ahora los técnicos.

Sin duda todo es extraordinario. En el tercer tramo, de la torre de Hernando Pizarro al Olivar de la Judería, y en el cuarto, que incluye el Arco del Cristo y la Torre del Río, también se consolidará y restaurará la estructura original tras eliminar las últimas reformas que están desprendiendo el revestimiento.