«El descenso de la población cacereña se debe fundamentalmente a tres problemas que no son exclusivos de la provincia, ya que la España interior se encuentra prácticamente afectada por esta dinámica demográfica». Así lo explica Antonio Pérez Díaz, profesor de Geografía de la Universidad de Extremadura, que hace una exposición muy clara y didáctica:

1. Pocos nacimientos

«El crecimiento natural es negativo, es decir, en Cáceres muere más gente de la que nace, y por esta razón la provincia ya tiene una pérdida que supone aproximadamente la mitad del descenso poblacional», precisa el profesor. Así lo indican las cifras del Instituto Nacional de Estadística. En 2018 (último ejercicio computado) nacieron 2.611 niños en la provincia de Cáceres, la cifra más baja desde que existen registros. Ese año 2018 se concibieron 32,5 niños por cada 1.000 mujeres (Tasa Global de Fecundidad), la cifra más baja desde que se iniciaron los registros en 975. La Tasa Bruta de Natalidad también sigue en caída libre, con 6,62 niños nacidos por cada mil habitantes en 2018, el dato más bajo desde que comenzó a calcularse este índice en los años 70.

En cambio, las defunciones se elevaron a 4.538 durante 2018 en la provincia, una estadística que va fluctuando pero que sigue una trayectoria ascendente (11% en la última década), debido al mayor número de personas de avanzada edad.

2. Pocos inmigrantes

El segundo problema se debe a que «Cáceres sigue siendo una provincia emigrante, y ahí estriba la otra mitad del descenso de población, con el agravante de que se marchan los jóvenes y cada vez más mujeres, con lo cual estamos perdiendo recursos humanos necesarios para mantener la natalidad. A ello se une la caída de la fecundidad en estos veinte años del nuevo siglo», detalla el profesor.

Por ejemplo, Cáceres tiene un saldo negativo de 17.119 trabajadores entre los que se marchan a otras provincias con contrato y los que vienen a ésta, según el último estudio del Sexpe sobre ‘Datos Básicos de Movilidad’. Tampoco es una zona que suponga un especial reclamo para los extranjeros por la falta de trabajo. En concreto, la marcha de las mujeres es inquietante porque Cáceres registra de por sí un bajo Indicador Coyuntural de Fecundidad: cada madre tiene 1,18 hijos de media, muy lejos de los 2,1 necesarios para garantizar el reemplazo generacional.

3. Pocos pueblos grandes

«El tercer problema es el poblamiento de Cáceres, que a diferencia de Badajoz, tiene muchos municipios pequeños. Hay una cantidad importante de localidades con menos de mil habitantes (un 70%), muy envejecidas, donde prácticamente las bazas para evitar la despoblación son inexistentes. Se estima que los municipios con menos de dos mil habitantes tienen pocas probabilidades de superar el bache demográfico al que se enfrenta Europa», lamenta Antonio Pérez Díaz.

Y ello porque la única posibilidad de contrarrestar esta tendencia es la repoblación, que tiene unas posibilidades «mínimas» en una provincia poco dinámica salvo algunas zonas como Talayuela (sector del tabaco). «Tal es así, que en lugar de venir trabajadores, se marcha la propia población autóctona».

Por tanto la clave es el empleo, sin él no hay nacimientos ni inmigrantes. Y para más inri, «estamos en un cambio de modelo económico que hace que el campo, que siempre fue el soporte de los pueblos pequeños, cada vez genere menos trabajo». Muchos agricultores ya no viven en el medio rural, sino en grandes municipios, y se desplazan a diario a sus fincas, más tecnificadas. También falta mano de obra en las campañas agrícolas, pese al nivel de desempleo, lo que se explica por el rechazo al campo.

Las densidades de población de muchas comarcas de montaña y de las penillanuras «se sitúan ya en el desierto demográfico, en la llamada España Vaciada, por debajo de 10 habitantes/km2», concluye Antonio Pérez.