Al filo de las once de la noche a los vecinos del número 23 de la calle Berrocala les alertaron unos ruidos que no lograban averiguar de dónde procedían. Es una comunidad tranquila y aquello les pareció raro. Nunca se imaginaron que el incendio que descubrirían después acabaría con la vida de uno de los inquilinos, un hombre de 61 años que responde a las iniciales de F. M.

De hecho el del primero subió a la planta de arriba a preguntar en una de las viviendas, porque el sonido no dejaba dormir a sus hijas. Entonces no vio nada extraño. A los pocos minutos otro de los residentes del bloque alertó al resto de que por su telefonillo estaba saliendo humo. Acto seguido empezó a ocurrir lo mismo en todas las viviendas. Había un incendio pero no lograban localizarlo. En los rellanos no había humo, aunque sí comenzaba ya a oler a quemado.

Uno de los del tercero bajó al segundo y observó que una de las puertas tenía unas manchas negras, pocas, pero estaban. Llamó al timbre porque sabían que el inquilino de la vivienda estaba dentro. No contestaba. Él fue el que dio el aviso a los bomberos, que llegaron al lugar de los hechos en pocos minutos. Primero lo hizo la Policía Local, que intentó sin éxito tirar la puerta abajo. Es blindada y tenía echados los cerrojos. Luego llegaron los bomberos que utilizaron un detector para confirmar que el fuego estaba en el interior. «Hicieron lo imposible por abrirla. Desde fuera le gritaban para que les contestara, pero nada. La tiraron abajo a golpes, a patadas y con mazas», explica la vecina que vive en el mismo rellano.

Hasta que no abrieron la puerta en el resto del edificio no había ni rastro de humo. Según parece porque las puertas de la vivienda estaban cerradas, incluida la del salón, donde se originó el fuego. De hecho las llamas solo afectaron a esta dependencia de la casa porque, al mantenerse cerradas las puertas y las ventanas (la del salón también tenía las persianas bajadas), el fuego se fue apagando solo por falta de oxígeno. Cuando consiguieron tirar la puerta abajo el resto del inmueble se inundó de humo. Los bomberos rompieron después las ventanas y activaron un ventilador para ayudar a que el humo saliera hacia la calle.

Estaba dentro

Como sospechaban, el inquilino de la vivienda estaba en su interior, pero cuando los cuerpos de emergencias lograron entrar ya había fallecido. Al parecer, el incendio se originó por un brasero eléctrico y el hombre se encontraba sentado en el sofá junto al mismo. Ahora se investiga si falleció a consecuencia del incendio o por causas naturales. Llevaba unos cinco años residiendo en el bloque, de alquiler, aunque es natural de Burguillos del Cerro. Tenía movilidad reducida, utilizaba un andador para desplazarse aunque vivía solo y se manejaba a la perfección. Deja dos hijos. Los vecinos no se explican lo ocurrido: «Esto es muy triste. Nos queda la duda de si pidió ayuda y no le escuchamos. Es muy desagradable», recuerdan.