Allá por abril de 2007 comenzó a sentirse en los ambientes eclesiales diocesanos la posibilidad de que el nuevo obispo de Coria-Cáceres fuera un antiguo seminarista de aquí, en concreto, se oía y se leía en la prensa que Paco Cerro podría ser nuestro nuevo pastor.

La noticia causó una gran sorpresa en nuestros ambientes eclesiales y se escucharon comentarios muy dispares, e incluso desconcertantes, que cambiaron de tono en muy corto espacio de tiempo después de su llegada.

Lo cierto es que en junio se confirmó la noticia y, a primeros de septiembre, fue recibido en la catedral de Coria como nuevo obispo de esta diócesis pobre, pero con la riqueza de una solera de siglos.

Personalmente tengo que decir que, además del contacto normal como sacerdote y párroco de San Blas, he tenido una relación más estrecha con él a través de dos cargos, en los que mi presencia se debió a una decisión exclusivamente suya. Uno, como su Delegado de Enseñanza, y el segundo, con el nombramiento para formar parte de la comisión de seguimiento de las obras del seminario.

En el primer cargo, percibí una disposición extraordinaria hacia todo lo que necesitara; una disponibilidad absoluta para asistir a las reuniones que le pidiera y la total libertad que me dio en la planificación de la Delegación.

En el segundo cargo, quiero destacar, primero, su empeño en la fidelidad a la hora tener las reuniones cada mes; no había excusa para no tenerlas. Y segundo, su idea clara de transparencia (económica) en todo lo que se hacía. Nada de reparos para informar al detalle de todos los gastos de la obra. Es una pena que se vaya sin haber creado la Oficina Diocesana de Transparencia, como ya existe en otras diócesis. Pero sé que la tenía en mente y que se han dado pasos muy importantes en este tema.

Todos los que hemos tenido algún cargo de responsabilidad sabemos que hay cosas que no haríamos si tuviéramos la oportunidad de volver atrás; otras las haríamos de forma distinta; y otras que no hicimos y teníamos que haber hecho. En el obispado de don Francisco pasa igual, y él es consciente, porque lo ha reconocido en su despedida, pero, don Paco (permítame la confianza), cuando uno cambia de sitio sintiendo el cariño sincero de la gente es porque algo ha hecho no solo bien, sino muy bien. ¡Enhorabuena!

El autor de estas líneas le desea todo lo mejor en su nuevo destino y manifiesta un «gracias» por todo. Como nos ha pedido, lo tendremos presente en nuestras oraciones.