Sorprendente, pero cierto. Ningún experto de los consultados por este diario quiere dar su identidad. Tan espinoso, tan polémico, tan erróneamente utilizado políticamente resulta este asunto que nadie se expone. Ante la sencilla pregunta de cuánto costaría trasladar la Cruz de los Caídos prefieren ocultar su nombre. Aunque sí hacen un cálculo: quitarla de la plaza de América y llevarla al cementerio supondría un gasto para las arcas municipales de entre 20.000 a 30.000 euros.

La cifra parece la correcta si se tiene en cuenta que en 2018 retirar la Cruz de los Caídos del Ribalta en Castellón costó unos 40.000 euros, aunque la cantidad se dobló porque acondicionar la zona supuso 40.000 más. Evidentemente, en Cáceres esos 30.000 euros irían a más ya que la retirada del monumento obligaría indefectiblemente a remodelar la plaza de América.

Precisamente en el caso de Castellón fue Compromís el máximo impulsor de la retirada, algo parecido a lo que ha ocurrido en Cáceres, después de que el pasado lunes el ejecutivo de Pedro Sánchez respondiera a una pregunta del senador de ese partido, Carlos Mulet, que se interesó por la permanencia del monolito en la capital cacereña. Fue entonces cuando el gobierno central conminó al alcalde Luis Salaya a que hiciera cumplir la Ley de Memoria Histórica.

Los expertos explican que si la Cruz se demoliera, extremo que el ayuntamiento no contempla, el coste sería inferior. Si se opta por el traslado, debería contratarse a una empresa que retirara la piedra pieza a pieza y las numerara. Las tareas podrían alargarse entre dos o tres días. Luego habría que conducir el material hasta el cementerio para colocarla de nuevo. Ahí el coste final dependería de cómo se construyera la estructura, en hormigón, en una base metálica... La Cruz está construida con sillares de mármol y tiene una altura de 12,50 metros y una sección de 0,80 metros. Los brazos miden tres metros, y cuatro y medio el zócalo.

Fue el 10 de mayo de 1938 el día en que Pilar Primo de Rivera, jefa nacional de la Falange Española y Tradicionalista de las JONS, inauguró el monolito que desde entonces no se ha movido de la plaza de América. Pilar, que era la hermana de José Antonio, fue nombrada por el ayuntamiento Huésped de Honor de Cáceres. Llegó el 8 de mayo y permaneció por aquí cuatro días más.

Aquel 10 de mayo, a las ocho y media de la tarde, Pilar Primo de Rivera llegó a la plaza de América para asistir a la inauguración. No se hicieron invitaciones personales y se consideraron invitadas todas las autoridades y representaciones oficiales, así como el clero, capellanes e «instituciones religiosas que en la jerarquía espiritual de la Nueva España tienen puestos de honor en los actos de la vida pública», decía textualmente nuestro diario.

La ceremonia consistió en la inauguración del monumento por Pilar Primo de Rivera, bendición del mismo por el obispo y el rezo de un responso, de rodillas y en voz alta, por todos los concurrentes, «en memoria de los cacereños caídos por Dios y por la patria».

Rodeaba entonces a la Cruz un jardín de pensamientos y un acerado con cuatro grandes farolas. En el frontispicio, que mira al paseo de Cánovas y sobre el basamento, con letras de bronce dorado, figuraba una inscripción, rodeada por una corona de laurel que decía: ‘18 de julio de 1936’. En el otro frente, hacia la carretera de Mérida y también en el basamento, se leía ‘Saludo a Franco; ¡Arriba España!’. Ambas leyenda fueron posteriormente eliminadas.

ACUERDO / PSOE, PP, Ciudadanos y Podemos han dejado claro su apoyo al traslado de la Cruz de los Caídos. Los cuatro grupos se han referido al acuerdo de pleno que por unanimidad y siendo alcalde José María Saponi respaldó sin fisuras esa medida en 2004. El objetivo de la decisión del entonces ejecutivo popular era la remodelación de la plaza de América, llevar el monolito al cementerio y en su lugar colocar un monumento a la paz. Han pasado los años pero la medida no se ha llevado a cabo; siempre fue esquivada por los sucesivos regidores a sabiendas de la polémica que la misma acarreaba. Probablemente será Luis Salaya quien no pueda evitarla después de que sus compañeros de filas en Madrid hayan recordado lo que la Cruz supone de exaltación a la dictadura.

El alcalde ha recordado estos días que la pasada legislatura se llegó a encargar un informe en el que los expertos aseguraban que la Cruz de los Caídos «es un símbolo indudablemente franquista». Salaya ha dicho que su intención es el traslado, no el derribo, y que la opción que maneja como más segura es llevarla al cementerio, aunque si esa fallara se ofrecería a la Iglesia, al tratarse de un elemento religioso.

Desde que el lunes saltó la noticia se mantiene abierto el interrogante sobre si este tema debe o no pasar por el pleno. A priori, Salaya entiende que no, puesto que ya existe un acuerdo de pleno y, además, una ley nacional y regional (la de Memoria Histórica) exigen su retirada. Eso sí, como probablemente sea necesaria una modificación de crédito puesto que el traslado requiere una inversión, ésta deberá pasar por un pleno.