Patricia Sierra Riesco mantiene que hay muchos jóvenes responsables. «Entendemos, y hablo por mí misma, que la pandemia es un asunto muy serio, somos maduros y conscientes de que esta enfermedad afecta a mucha gente. Yo vivo en un piso en Cáceres, pero en Orellana la Vieja tengo a mis padres, mis abuelos…, y no quiero llevarles el virus», indica.

A sus 20 años, estudia 4º curso de Ciencias de la Actividad Física y del Deporte, y llama a las cosas por su nombre: «Aunque la mayoría de la gente cumple las normas, algunos no, y me parece muy poco solidario hacer lo que uno quiere en estos momentos. Son quizás personas más jóvenes. Como no me gusta pensar mal, quiero creer que se sienten protegidos en su zona de confort con su gente cercana, que no tienen concepción del riesgo porque aún no lo han visto cerca, no conocen las consecuencias», argumenta Patricia.

A más edad, más sensatez. Es lo que observa esta joven en el ambiente de la facultad, donde los alumnos cumplen con las medidas. «Quizás la cafetería es el único sitio donde la gente se relaja más y se quita la mascarilla para consumir, pero no se puede estar en la barra, las mesas son limitadas y tienen una separación de dos metros», explica. Lo que sí echa en falta es una mayor frecuencia en la desinfección de las mesas y sillas de las aulas, cuando se producen los cambios de alumnos. «Nos haría sentir más seguros», reconoce.

Por lo demás, la facultad sigue su ritmo. «A los profesores se les entiende peor con la mascarilla y a veces se ponen micrófonos, pero no son grandes dificultades». En el autobús urbano tampoco se agobia: «No he tenido ninguna mala experiencia porque subo a unas horas en las que tampoco va lleno».

En sus ratos de ocio mantiene la misma disciplina. «Convivo con tres compañeras de la facultad en un piso, y al lado están los demás amigos en otro. Llevamos juntos cuatro años, no salimos de ese círculo y hacemos nuestros propios planes, pero tenemos incluso mucho cuidado entre nosotros, ni siquiera nos juntamos todos, vamos a dar un paseo y poco más», revela.

Patricia tiene ganas de que todo acabe. «Ahora hablan de otro confinamiento y a mí la facultad me da la vida», confiesa. Lo importante, dice, es que deje de haber afectados.