Algunas son altares de ofrendas y sacrificios, otras resuenan como un tambor para comunicarse con deidades o entes superiores, las hay que favorecen el deslizamiento a través de ellas para invocar a la fertilidad, pero también existen las propiciatorias o de adivinación, o las llamadas peñas solares... Por primera vez saldrá a la luz un catálogo completo de las piedras sagradas de Extremadura, un mundo fantástico lleno de historia, ritos y costumbres, que recoge 240 rocas de este tipo halladas hasta el momento. De ellas, 120 están en la provincia cacereña, y muchas se sitúan en la zona granítica de la capital y su entorno, cuya dureza ha permitido una conservación prolongada.

Semejante colección de peñas, abrigos y cuevas está datada entre el Neolítico y la Edad del Hierro. Fueron creando el santuario rocoso que puebla los campos cacereños. Un auténtico paraíso sagrado que ayuda a descubrir el pensamiento y las creencias de quienes habitaron estos territorios. Titulado ‘Las peñas sacras de Extremadura’, el nuevo libro recogerá todo el inventario (datación, clasificación, ubicación, fotografías...), fruto de un largo trabajo de campo. «Llevamos años investigando el patrimonio artístico de los municipios, desde la Prehistoria al siglo XX, de ahí este catálogo que se presentará en las próximas semanas», explica Óscar de San Macario Sánchez, investigador que firma el nuevo trabajo junto con los historiadores Martín Almagro Gorbea, José Antonio Ramos Rubio y Julio Esteban Ortega.

SOBRENATURAL

Las ‘sacra saxa’ o peñas sagradas, dotadas a lo largo de la historia de un carácter mágico o sobrenatural, fueron elegidas en tiempos remotos por la propia comunidad, sus druidas o sacerdotes, como representación de algo superior o muy valioso: la diosa tierra, la fecundidad... «Con el tiempo se les dio un nombre y ya eran sagradas en sí mismas, dentro de ese concepto animista que daba vida y alma a los elementos naturales», relata Óscar de San Macario.

En unos casos se elegían por sus formas singulares, en otros por ocupar un lugar elevado o preeminente. Muchas se encuentran en antiguas zonas de frecuente tránsito. No es casual que junto a ellas se hayan descubierto grabados o pinturas rupestres, tampoco que más tarde se crearan ermitas. De un modo u otro, el hombre siempre las ha percibido como lugares especiales.

«Piedras sagradas las hay en casi todos los pueblos», destaca Óscar de San Macario, hasta tal punto que Cáceres suma un «patrimonio impresionante». Son perfectamente visitables por encontrarse al aire libre, pero además se rodean de los bellos paisajes que brinda la provincia cacereña, y generan interesantes rutas de senderismo. Así, la historia vuelve a convertirse en un gancho cultural para atraer turismo. De hecho, los autores del libro facilitarán todos los datos a la Red Extremeña de Desarrollo Rural (Redex), que se ha ofrecido a generar un mapa web que permitirá localizar a través del ordenador y de una app los enclaves de las peñas sacras, con los pormenores de cada una (http://senderismo.redex.org/).

El libro, que recoge todos los datos científicos y los paralelismos que existen con piedras sagradas similares en zonas como Huesca, Galicia o la cornisa cantábrica, se publicará en breve con el apoyo de Caja Rural de Extremadura a través de su Fondo de Educación y Promoción. Cuenta con el respaldo entusiasta del Clúster de Turismo de Extremadura, que intuye el potencial de las piedras sagradas para promover las visitas ‘libre de covid’ a la región, una forma de viajar sana y al aire libre que ha llegado para quedarse. Además de la edición papel, habrá otra digital que se divulgará libremente a través de la Biblioteca Virtual de Extremadura.

POR LA FECUNDIDAD

En el libro aparece la más que curiosa catalogación de las peñas localizadas en Extremadura. Por ejemplo las peñas resbaladeras. Son conocidas por su pendiente lisa, utilizada desde hace siglos como tobogán, tanto que en ellas se aprecia la huella del desgaste. Puede que en los últimos tiempos se consideren una atracción de chiquillos, pero fueron más, mucho más. Durante siglos se asociaron a rituales de fertilidad: las mujeres invocaban a la fecundidad deslizándose por ellas, tomando la fuerza de la piedra sagrada.

Junto a Aldea Moret se mantiene inquebrantable una de estas resbaladeras. «Es perfectamente visible desde la carretera de Badajoz (Ex-100) por su considerable pendiente de unos 15 metros», detalla Óscar de San Macario. En ella se aprecian además numerosas cazoletas (pequeños huecos artificiales y redondeados que excavaba el hombre en la superficie de algunas rocas) y también un podomorfo, que son grabados en la roca en forma de pies. Su significado exacto todavía está abierto a interpretaciones, pero en este tipo de rocas parecen mostrar el lugar donde había que situar el pie para iniciar el rito.

También está la peña Ronchadera, curiosamente muy cerca de la ermita de Nuestra Señora de Navelonga, en Cilleros. Y las resbaladeras de Montehermoso, Valdeobispo o ‘Los Arcabuces’, en Trujillo. Estas piedras suelen asociarse a los lugares tradicionales de romería de los municipios, cuando los mozos no dudaban en darles uso, una posible reminiscencia de su empleo primigenio como lugares consagrados a la fecundidad.

TAMBORES RUPESTRES

Otra tipología de ‘sacra saxa’ son las peñas sonoras, que se utilizaban como un impresionante tambor de resonancia por su capacidad para vibrar y emitir un profundo eco. El hombre de la antigüedad creía que eran un modo de conectar con el más allá y las hacían sonar a modo de invocación. Incluso había cantos para acompañarlas.

«Tenemos por ejemplo un ‘cancho campana’, redondo, de granito, en la zona de Las Capellanías. Es posible introducirse por debajo y se encuentra lleno de cazoletas. Cuando hablas suena un gran murmullo, pero no está demostrado que en este caso se utilizara como rito», señala el investigador. Existe otro ‘cancho campana’ que suena y retumba en la zona de Araya, entre Arroyo de la Luz y Navas del Madroño, de nuevo y curiosamente junto a la ermita de Santo Domingo.

Además están las llamadas peñas propiciatorias. Vienen a ser como las monedas que se lanzan a las fuentes para tener suerte o simplemente para cumplir con la rutina. «Muchos ganaderos, cuando salen de su finca, arrojan una pequeña piedra sobre otra roca plana o con forma de cueva. Si antiguamente se hacía por ofrenda, ahora se hace simplemente por marcharse a gusto, porque así lo han visto a sus mayores, porque así lo han repetido siempre», explica el i investigador. En el municipio de Garrovillas se sitúa una de estas peñas propiciatorias en forma de seta a la que se siguen arrojando piedras.

LAS OFRENDAS

Más abundantes son los altares de sacrificios y ofrendas, en los que se depositaba agua, leche, vino o sangre de animal (excepcionalmente humana) para las deidades. «Algunas de la Edad del Hierro ya poseen escalones bien tallados que facilitan la subida. Sobre estas peñas suele haber una cubeta excavada para dejar caer la sangre, y otra para las vísceras», precisa Óscar de San Macario. Se ubicaban en rocas elevadas como símbolo de acercamiento al más allá, y casi todas miraban al nacimiento del Sol.

Hay profusión de altares a lo largo y ancho de las tierras cacereñas. Uno de ellos, «impresionante», está en La Zafrilla (Malpartida de Cáceres), el mismo paraje donde se encontró una cabra en bronce, exvoto dedicado a la diosa lusitana Adaegina. Dos más se localizan en Los Barruecos: uno en la finca denominada Las Trescientas y otro en la conocida ‘Peña del Culo’, tras la Peña del Tesoro, donde además del altar pueden verse grabados, profusión de cazoletas y un soliforme. También destaca la llamada ‘Peña Carnicera’, en Mata de Alcántara, con sus escalones y el ojo de Horus, hijo de Osiris, pulido sobre ella. Otros ejemplos son los altares de Montehermoso y Santa Cruz de la Sierra.

Como siempre ha ocurrido con la llegada de nuevas culturas, el cristianismo hizo propios estos enclaves añadiendo una cruz a los mismos. Así se hizo por ejemplo en el altar de La Zafrilla y en el de ‘Cuatro Hermanas’, llamadas así por ser cuatro grandes peñas de granito junto a la N-521, en las proximidades de Las Arenas. Albergan una pequeña cueva con un grabado de serpiente, una cruz, unas escalinatas, una pileta y dos altares hacia el naciente y hacia el poniente. Esta cristianización también tiene expresiones tan curiosas como la ermita del Cancho, en Garrovillas, literalmente metida en una peña sagrada.

El estudio, que cuenta con el apoyo científico del Departamento de Ciencias de la Antigüedad de la Uex y con la dirección del Gabinete de Antigüedades de la Real Academia de Historia de España, incluye un hallazgo excepcional: la ‘incubatio’ de Ceclavín.

Se trata de un lecho rupestre único en la península, en la peña del ‘Cancho del Moro’, donde se aprecia la cama, la almohada y un trono o sillón perfectamente tallados. Se relaciona con un rito que consistía en recibir una revelación de los ancestros para conocer el futuro o una curación.