Una mañana, mientras trabajaba, comenzó a sentir mucho calor y de repente se le nubló la vista. Sus compañeros le llevaron a Urgencias y, tras varias pruebas, le confirmaron que había sufrido un ictus. Le ocurrió a principios de diciembre, cuando Ricardo Leal tenía 37 años. Le cambió la vida. Desde ese día hasta el pasado martes ha estado alejado de su casa, de su familia y de sus amigos, sometiéndose a terapias de recuperación en la Casa Verde de Mérida, con un estricto protocolo de visitas debido a la pandemia del coronavirus.

Ayer, recién llegado a su hogar, Ricardo acompañó a los miembros de la cofradía del Humilladero, de la que es secretario, a realizar la tradicional ofrenda floral a los Ramos, en San Juan, hermandad con la que comparten día de procesión. Pero no fue una ofrenda cualquiera, para él, encargado este año de depositar las flores, fue la de la esperanza. «He estado 116 días. Lo he llevado muy mal, ha sido muy duro sin mi familia y sin mis amigos. Le he pedido a la Virgen de la Esperanza que me ayude, ella y el Cristo del Humilladero son los que me han acompañado todo este tiempo» decía a este diario tras realizar la ofrenda. Sufre secuelas en un brazo y una pierna por lo que continuará con sus terapias en la Casa Verde, pero a partir de ahora ya podrá dormir en casa.

Para Ricardo esta es la Semana Santa de la esperanza, pero es que así es como han bautizado muchos devotos a la Pasión de este 2021, una celebración atípica marcada por el coronavirus pero con la esperanza de que en 2022 el incienso y las tallas vuelvan a llenar las calles. Este año no hay bullicio, ni mantillas, ni repicar de las bandas, pero sí mucha emoción y devoción porque después de un año duro, y de que la anterior Semana Santa la pasáramos confinados en casa, esta vez sí existe la oportunidad de volver a los templos y de reencontrarse con las imágenes. Todas las cofradías han preparado actos para venerar sus tallas.

Ayer por la mañana lo hizo Los Ramos, que situaron al Cristo de la Buena Muerte y a la Virgen de la Esperanza (sus tallas titulares) en el altar principal. Fueron visitados por decenas de personas. Ambas imágenes estaban preparadas como si fueran a salir en procesión y con una sencilla decoración floral de rosas y margaritas de color morado. «Lo estamos viviendo con mucha esperanza, por lo menos podemos estar aquí. Para nosotros esta es la Semana Santa del reencuentro y de la esperanza», afirma el mayordomo de la hermandad, Luis Manuel Rodríguez.

Por la tarde la cofradía celebró un solemne rosario en el que participaron cinco organizaciones solidarias de la ciudad: Cruz Blanca, Hospitalidad de Lourdes, Hijas de la Caridad, Acisjf y el grupo de oración de la parroquia de San Juan. Después tuvo lugar una eucaristía de Acción de Gracias por el 75 aniversario de la fundación de la hermandad, presidida por el administrador diocesano, Diego Zambrano, y amenizada por un quinteto musical.

También por la mañana tuvo lugar la veneración del Cristo Negro, en la concatedral de Santa María, donde se encuentra habitualmente la imagen. Fueron decenas de fieles los que pasaron por la capilla en la que reposa la talla, decorada con claveles rojos, símbolo de la procesión del Cristo Negro. Ya por la tarde se llevó a cabo una misa en honor a todas las víctimas del coronavirus, a la que siguió una pequeña procesión por el interior del templo protagonizada por el timbal y la junta directiva. «Hemos recibido mensajes de fieles de Colombia, Argentina,… para que hoy -por ayer- recemos por ellos. Es un día de pena, pero no porque no salgamos en procesión, sino porque hay gente de la hermandad que ha perdido a seres queridos este año. Falta mucha gente y eso nos contrae», dijo el mayordomo del Cristo Negro, Alonso Corrales.

A estos actos se unió también la cofradía del Espíritu Santo, que realizó un vía crucis penitencial en el templo para venerar al Santísimo Cristo del Humilladero y a Nuestra Señora de la Encarnación.