Conoció por casualidad a una menor de 15 años y no tardó en ofrecerle que trabajara como empleada del hogar en su domicilio, a pesar de que sabía que no tenía edad para ello. La joven aceptó la propuesta y comenzó a acudir a casa del que era su jefe, de 60 años, como limpiadora. Muchas veces la menor asistía a la vivienda en compañía de la que era su pareja, otra chica de 14 años, y de otras amigas de la misma edad (una tenía 13). En total pasaron por aquella casa otras cuatro menores de las que el acusado abusó sexualmente en varias ocasiones, a excepción de la menor a la que había contratado para trabajar.

Tal y como recoge la sentencia a la que ha tenido acceso este diario, el acusado consentía estas visitas y, a aprovechando que permanecían varias horas en el domicilio, les ofrecía bebidas alcohólicas. Siempre que llegaban a casa mantenía hacia ellas una actitud excesivamente cariñosa, dándoles besos y abrazos efusivos para saludarlas. E incluso se dirigía a ellas con expresiones como «qué culos tenéis» o «qué guapas venís hoy», siempre en actitud obscena. Mantenía con ellas conversaciones soeces relacionadas con el sexo y subidas de tono e incluso les daba palmadas en el trasero de forma inesperada y con frecuencia.

A una de ellas, tal y como recoge el fallo, una de las veces que acudió a su domicilio procedió a darle un masaje en la espalda por encima de la camiseta, sin su consentimiento. Otro día, nada más entrar, le dio una palmada en el trasero y cuando se encontraba sentada en el sofá le profirió la siguiente expresión: «¡Ay, que te como el chichi», mientras le tocaba la pierna. Ella reaccionó, se levantó del sofá y se marchó de casa,

Con otra de ellas intentó hasta en dos ocasiones tocarle los glúteos, pero no lo consiguió porque ella lo impidió. Otro día le tocó los pechos por encima de la ropa y le propuso darle un masaje. La menor accedió, pero mientras se lo realizaba, el acusado aprovechó para tocarle sus partes íntimas por debajo de la ropa. Ella lo apartó y le quitó la mano enseguida.

Actos parecidos tuvo con la tercera de las víctimas, a la que también saludaba con palmadas en los glúteos cuando llegaba y a la que se dirigía con expresiones obscenas relacionadas con sus partes íntimas. En una ocasión, estando ella sentada en el sofá, comenzó a tocarle la pierna, pero ella puso freno y lo apartó. Lo mismo con la más pequeña de las cuatro, con la que hablaba de temas sexuales y a la que realizaba tocamientos.

Llegó incluso a ponerles vídeos de contenido pornográfico, mientras les decía que eso era lo que él quería hacer con ellas. Y les mostró una imagen en la que aparecían sus partes íntimas. Las menores, según recoge la sentencia, no eran plenamente conscientes del alcance y de la gravedad de la conducta que tenía el acusado hacía ellas, puesto que siempre las llevaba a cabo estando todas presentes, nunca estando ninguna sola.

La Audiencia Provincial de Cáceres y ahora el Tribunal Supremo le condena a 18 años de prisión como autor de cuatro delitos continuados de abusos sexuales (cuatro años y medio por cada uno de ellos), a nueve meses de prisión por provocación sexual y a la prohibición de aproximarse a ellas a menos de 200 metros durante cinco años. Además deberá cumplir otros ocho años más de libertad vigilada una vez que termine su pena de cárcel.