Leo en el periódico que el gremio de la hostelería ha perdido mucho dinero y se lo comento a mi amigo Paco que es muy sabio. «Oye, ¿y si nos dedicamos a buscar ese dinero perdido? Porque en algún sitio debe estar» Y Paco, con su ironía por delante, me aseguró: «Yo sé donde está» Paco acostumbraba a desayunar fuera de casa de camino a su trabajo, a media mañana tomaba un café con algo de acompañamiento para reponer fuerzas, alternaba con los compañeros al salir a mediodía unas cañas o vinitos con sus correspondientes tapas, muchos fines de semana hacía una excursión para conocer mejor nuestra maravillosa región, y como es un catovi no faltaba por supuesto el veraneo en La Antilla.

Pues muy pocas de esas cosas ha podido hacer este año y por lo tanto no es que los hosteleros hayan perdido ese dinero, es que ese dinero está en los bolsillos de gente como Paco. También ha perdido el comercio en general, pues Paco no se ha comprado zapatos, ni camisas, ni pantalones. Y no es que no beba cerveza y vino, ni tome aperitivos pues lo hace en su casa o en casa de amigos, ni tampoco se puede concluir que va mal vestido sino que aprovecha más el uso de la ropa. O sea que su dinero sigue en su bolsillo y no en el de las zapaterías y tiendas de ropa.

Bueno, pues eso es una mala noticia para la economía, porque el destino del dinero no es el bolsillo de Paco sino gastarlo en lo que sea. Los economistas, que son unos individuos capaces de provocar una crisis pero no saben salir de ella, y que predicen el pasado con mucha precisión pero rectifican sus previsiones de futuro cada cuatro días, prevén un gasto compulsivo que disparará la economía. Ya incluso hablan de inflación.

No sé si hemos aprendido que el dinero solamente sirve para algo si hay salud, y por eso la primera inversión debe tener como objetivo proteger la vida y garantizar una buena calidad que permita gozarla. Salud, amigo.