La crisis mundial de los microchips ha puesto en jaque la producción del automóvil. En España algunas de las principales firmas como Toyota, Peugeot o Citröen se han visto obligadas a parar su actividad ante la imposibilidad de continuar con la producción. Como consecuencia, también se ha visto afectada la planta de capital cacereña, que opera bajo el nombre de Hutchinson (antigua Catelsa), que desde el mes de abril ha visto reducida su actividad en un 15%. Se trata de la empresa con más empleados de la ciudad. De momento mantiene su plantilla habitual, pero ha tenido que prescindir del personal eventual que había contratado a principios de año; en total ha interrumpido el contrato a 21 personas. Según los datos a nivel nacional, esta crisis ha provocado que entre enero y marzo se ensamblaran en las plantas españolas (hay 17) 662.224 vehículos, un 12,5% menos en comparación con 2019.

El problema deriva, cómo no, de la pandemia del coronavirus. Durante el confinamiento aumentó de forma exponencial el uso de aparatos electrónicos como teléfonos móviles, televisiones o videoconsolas. La demanda fue tal que la mayor parte de los mircrochips que se utilizan para su fabricación fueron utilizados en estos aparatos; y esto hace mella ahora en el sector del automóvil, que no puede seguir produciendo sin este componente. La mayor parte de los coches utilizan estos elementos eléctricos para regular aspectos como la potencia. De hecho, un solo vehículo (de los más actuales) puede llegar a contar con más de un centenar de este tipo de microprocesadores.

La situación contrasta con el incremento en la venta de automóviles que se notó a finales del verano pasado. De hecho Catelsa llegó a parar el Expediente de Regulación de Empleo (ERE) y el despido del 20% de la plantilla que había anunciado en junio del 2020 y necesitó incluso contratar a más personal para poder hacer frente al incremento de la productividad. El volumen de trabajo ha sido excepcional hasta el mes de marzo, después todo se paró. De hecho en abril la empresa tuvo que prescindir de los empleados eventuales, aunque de momento la fabricación es suficiente para mantener al personal de plantilla.

La semana pasada

Aún así, las alarmas saltaron a finales de la semana pasada. El jueves la planta Stellantis, de Vigo, el principal cliente de Catelsa, decretó un paro indefinido por desabastecimiento. No será la única, ya que otras como Mercedes-Benz, en Vitoria, o la planta de Figueruelas, en Zaragoza, también han anunciado paros totales o parciales. La de Cáceres solo ha visto reducida su actividad pero no ha tenido que parar de trabajar ningún día, aunque desde el pasado mes de abril la planta cacereña ha dejado de fabricar para Toyota, Peugeot, Citroën y Nissan, que son sus principales clientes, a los que venden de manera directa. De momento la situación es incierta. «Parece ser que hay un proveedor coreano que iba a aumentar su producción para surtir a todos los clientes, pero no sabemos cuándo podría reanudarse la producción», afirma el director de Catelsa-Hutchinson, Jean Luc Wisniewski.

En estos momentos, asegura Wisniewski, la empresa se mantiene gracias a la producción que realizan para otras marcas como Bosch o TRW, para los que fabrican sistemas de frenado, cableado para coches o columnas de dirección. «Mientras tengamos producción para mantener a nuestra plantilla no estamos preocupados, el problema es que no sabemos cuánto va a durar esto» dice. Hay expertos que aseguran que al menos durará hasta principios verano, pero otras voces no sitúan una recuperación hasta 2022.

tengamos producción para mantener a nuestra plantilla no estamos preocupados, el problema es que no sabemos cuánto va a durar esto»

Desde el verano pasado

La planta cacereña arrastra otra crisis desde el inicio de la pandemia. Debido a una reducción drástica de la producción por el confinamiento, en el mes de abril del año pasado presentó un Expediente de Regulación Temporal de Empleo (ERTE) con vencimiento el 30 de junio del 2020, motivado precisamente por la difícil situación que atravesaba el sector debido a la declaración del Estado de Alarma, que había paralizado la productividad tanto en España como en Europa. Y poco antes de que finalizase anunció otro expediente, esta vez con vigencia hasta el 31 de diciembre y con la intención de despedir al 20% de la plantilla (Catelsa tiene 250 empleados).

Los sindicatos impugnaron el expediente, que llegó hasta los tribunales. En cambio a mediados de septiembre la situación dio un vuelco debido a que la producción mejoró de una manera sorprendente. Ya entonces se hablaba de la crisis de los microchips, sin embargo la fabricación de automóviles experimentó un importante repunte. La planta de Vigo, principal cliente de Catelsa, logró un récord de fabricación, con casi 6.000 coches ensamblados en el mes de septiembre. Esto hizo que tuviera que incorporar 600 empleados, lo que tuvo sus efectos en la empresa cacereña, que tuvo que contratar a 12 trabajadores eventuales (ha llegado a tener hasta 21) para sacar los pedidos comprometidos.

La situación cayó por sorpresa. De hecho, tal y como explicó a este diario entonces el director de Catelsa-Hutchinson, el presupuesto para el año 2021 se elaboró con unas expectativas de casi un 20% menos de lo conseguido en 2019 porque se preveía una bajada de la producción de entre un 20 y un 25%. Wisniewski sabía que la situación estaba salvada hasta final de 2020, pero ya mostró en aquel momento su preocupación por el inicio de este año, debido precisamente a la incertidumbre de los mercados por los efectos del covid. La crisis ha vuelto a estallar, ahora por falta de material que se extiende a otras industrias.