Después de mucho tiempo se ha programado un concierto de la Banda Municipal en el Bombo, que por algo se llamará Kiosco de la música. Porque en efecto, la Banda Municipal tocaba en dicho lugar las mañanas de los domingos y los atardeceres de la primavera y el verano. A su alrededor se concentraba una gran cantidad de público que disfrutaba escuchando las melodías que interpretaban y que tanto podían pertenecer a la canción popular, a la zarzuela o a la música clásica. La banda gozaba de prestigio y contaba con el cariño de los cacereños que familiarmente la llamaban « Los gorriatos», apodo que a Pedro, uno de sus últimos directores con el que en nuestra niñez celebré varias correrías por los alrededores de la plazuela de Santiago, Caleros y las huertas de la ribera, no le gustaba nada. 

También hubo un tiempo en el que la banda actuaba en las plazas de los barrios para solaz y gozo de los vecinos. Ni que decir tiene que amenizaba todos los actos relevantes que celebraba el ayuntamiento como imposición de placas en las calles, homenaje a algún personaje local, y no podían faltar para dar por acabada una procesión. Desde su fundación en 1888 en que la dirigió el valenciano Rosich ha contado con prestigiosos directores como Berzosa, un militar segoviano afincado en nuestra ciudad en la que fundó además el conservatorio elemental de música. No menos reconocido fue Francisco Cebrián que además fundó el orfeón y no quiero olvidar a Curiel y al mencionado Pedro. 

Una banda municipal es algo más que un conjunto musical. Es un símbolo de cultura al alcance del pueblo y que pone de manifiesto un estilo de gobernanza de una ciudad. Es posible que algunos no la consideren necesaria en estos tiempos en los que proliferan los modernos medios de reproducción de música y es grande la facilidad para acceder a ellos pero a mí me parece que la actuación de una banda ante su público añade un plus de emotividad y alegra la vida superando por momentos los excesivos ruidos que producen nuestra ciudades.