Las dos compañías asociadas Mixtolobo y Pentación hicieron reír a carcajada limpia a las gradas de Las Veletas, repletas de un público, que, además se asombró con el acelerado dinamismo de una media docena de caras bastante conocidas en las distintas pantallas: Pepón Nieto en el criado Sosia, doblado por Mercurio (Tony Acosta y Paco Tous, que hicieron un doble y mareante Anfitrión, uno divino o Júpiter humanizado y el otro un general tebano, que ha regresado de la guerra y se ha encontrado con dicha suplantación y Juan Carlos Rubio, autor de la versión de la comedia de Moliére, quien a su vez se basó en el latino Plauto.

 Todo este lío familiar humano-divino consiste en una verdadera cadena de suplantaciones identitarias, pues al final nadie sabe exactamente quién es o qué papel representa en esta disparatada trama vovedilesca y bufa. Poco a poco se va sabiendo, pero más claramente al final quien es el verdadero marido y quien el/la amante o su impostor dentro de la peculiar familia circense, que viven en el circo Olimpo.

Y crean un enredo amoroso de dioses que se aburren en el celeste Olimpo y bajan a la tierra a jugar con los hombres suplantándolos y cayendo en sus mismas debilidades instintivas o primarias, no son tan distintos unos de otros. Y después de haber satisfecho sus juegos amorosos o libidinosos, hacen malabarismo con pelotas, escuchan música en la radio, juegan a las cartas, se persiguen correteando por el recinto de dicho circo, en cuyo centro se sitúa una caravana multiusos, en la que se clavan unos cuchillos que supuestamente se han tirado a dar o se encaraman en ella hablando desde el techo, o tocando unas minúsculas mandolinas por la ventana; otros se suben a una escalera de tijeras o escalan por un grueso palo con agarres, todo bien iluminado por José Manuel Guerra: qué endiablada agilidad mostraban estos clowns, disfrazados a ratos de general o de criado; cualquiera sabe quién es cada cual, pues ellos tampoco lo saben ciertamente hasta que se aclara dicho trepidante contubernio, lleno de múltiples danzas y cantos, (a cargo de Julio Awad y Emilio Valenzuela), bien interpretados por ellas, cuyos papeles no son simplemente el de ser peones amorosos de los hombres, sino de activas, seductoras y muy atractivas: María Ordóñez y Fele Martínez, esposa-amante de Anfitrión y de su criado-Mercurio respectivamente; su atractivo vestuario es de Paola Torres.

 Todo este experto equipo técnico y artístico estuvo bien coordinado y dirigido por el versionador Juan Carlos Rubio, quien consiguió una incesante hilaridad por la serie de jocosas confusiones entre hombres y dioses, los cuales al final confiesan su impostura, pidiendo perdón por las molestias ocasionadas y por los mellizos que dejaron en herencia.

Con una simpática coreografía, graciosamente cantada pusieron un brillante final a esta singular comedia bufa y de paso al 32 Festival Clásico de Teatro, que este año ha alcanzado un alto nivel de asistencia y de gran calidad general de los espectáculos.