A los habituales inquilinos del Refugio San Jorge de Cáceres, generalmente perros y gatos abandonados, se han ido uniendo Milky, Apache, Milka, Ilaria, Mars, Poldo, Edmund y otros muchos. No son precisamente mascotas, entre ellos hay cabras, caballos, ponis, vacas, zorros, ovejas, cerdos y algún gallo que, lógicamente, no pueden compartir boxes con caniches ni mastines, ni siquiera tienen cabida en las actuales instalaciones municipales, detrás de la Facultad de Veterinaria. Por ello, los voluntarios del refugio les han buscado distintas parcelas en las que pueden vivir, pero están dispersas y además el coste del alquiler dispara los gastos del colectivo, que no está precisamente para acumular más déficit.

«Solemos recogerlos en mal estado por petición de la policía o la Guardia Civil, pero también por denuncias que nos llegan y por iniciativa propia en casos de maltrato. Lo único que pretendemos es que puedan alimentarse y seguir viviendo de una manera decente», explica Laura Varaldi, responsable del Refugio San Jorge.

Juntos, no dispersos

Por ello solicitan al ayuntamiento (institución competente en la gestión de los animales abandonados) que les permita el uso de una parcela, donde todos los ejemplares que no son perros ni gatos puedan reubicarse, juntarse y atenderse. «Estamos dispuestos a crear una granja escuela a la que los ciudadanos puedan entrar, acariciar a estos animales y ayudar a sus cuidados, como ya hacemos en el refugio con los perros, para que todos, especialmente los niños, entiendan que hay que respetar cualquier forma de vida», subraya Laura Varaldi.

La idea ya ha sido comunicada al Gobierno local y no parece disgustarle, sino al contrario. Incluso ha habido una primera intención de destinar una parcela en Vadillo, que no obstante se queda pequeña para el uso que se pretende. «Agradecemos esa predisposición y esperamos que se nos pueda ceder un terreno algo más amplio», comenta Laura Varaldi. En estos momentos cuidan bajo su tutela a una cabra, una oveja, una vaca, dos ponis, dos caballos, tres cerdos y algún gallo.

"Preocupa el abandono de gatos, que se han puesto ‘de moda’ como compañía en la pandemia"

Dichos animales tienen poco futuro más allá del refugio. Su salida es difícil porque generalmente se recogieron en malas condiciones. «La yegua llevaba catorce años con las patas y el cuello atados», lamenta Laura. De ahí que vayan a tener una larga estancia, y el coste de las distintas parcelas se hace excesivo.

Una deuda elevada

De hecho, la deuda acumulada por el Refugio con los distintos veterinarios asciende ya a 60.000 euros. La lentitud de las ayudas públicas provoca que el ayuntamiento deba 40.000 euros al colectivo, puesto que aún no ha abonado las subvenciones correspondientes a la segunda mitad de 2020. Por ello, el refugio considera conveniente la cesión de un espacio municipal que le permita aliviar el pago de las distintas parcelas.

En cuanto a sus instalaciones, dedicadas a perros y gatos, el número de abandonos nunca da un respiro al colectivo. Si ahora el tema de los canes no parece estar desbocado, sí lo está el de los gatos, cuya cantidad se ha disparado hasta rozar el centenar. Es cierto que los felinos se han ‘puesto de moda’ en los hogares, y aunque mucha gente es responsable, no faltan los impulsos caprichosos.

«En un solo día hemos recogido once de la calle», recrimina Laura. «Con la pandemia, la gente ha buscado a los gatos como compañía y ha habido personas fantásticas que los han adoptado y los cuidan, pero otras los rechazan cuando entran en celo o simplemente no se molestan en castrarlos. Ahora nos encontramos abandonos de gatos de en torno a un año», denuncia la responsable.