Es uno de los comentarios más escuchados en Cáceres estos días. «Hay poca gente en la ciudad», señala Jesús García, responsable de la Tapería EnBoca (especialistas en carnes a la brasa y la mejor materia prima se alían para el deleite de los comensales), ubicado en la avenida París. Él madruga cada mañana con una sonrisa para levantar las persianas de su negocio y atender a la fiel clientela. El segundo verano de la pandemia del coronavirus parece haber anticipado la ‘huida’ que los cacereños tradicionalmente dejaban para agosto

Los bares perciben ya desde finales de junio, con unas caídas en las ventas que -aunque son variables y en cada establecimiento depende de distintos factores- llegan hasta el 50% en comparación a un año normal. E, incluso, con respecto a las semanas precedentes. «Estamos a medio gas, la gente se ha ido de Cáceres», señala García. Según apunta, lleva un mes de julio «difícil y flojo», con rebajas en las ventas de en torno al 50% que dejarán el balance mensual «con lo justo para ir tirando y luchando». «Los clientes no hacen más que despedirse, se van al pueblo, al campo y a la playa», dice el hostelero.

Un camarero tirando una cerveza. SILVIA SÁNCHEZ FERNÁNDEZ

Igualmente la capital se caracteriza por tener un verano seco y caluroso que hace que las terrazas y veladores se vacíen durante el día, aunque la ausencia de parroquianos incrementa un poco por la noche. «En invierno la clientela acude a mediodía, por las tardes, y regresa a sus hogares cuando cae la noche. Ahora es justamente al contrario. Cuando los clientes salen es a horas más tardías, por las tardes-noches. Los desayunos se siguen dando pero en menor medida. Las personas se han ido de la ciudad y se nota muchísimo. Vienen más jóvenes a la terraza», explica Francisco Cortés, camarero del café-bar El Lago (se puede disfrutar de los mejores aperitivos caseros y un gran surtido de ricas raciones), se encuentra en El Vivero. 

Francisco Cortés, camarero del Café-Bar El Lago. SILVIA SÁNCHEZ FERNÁNDEZ

En la misma línea se expresa Zulema Padilla, propietaria de la Taberna de Santi (una buena opción para comer), situado en la calle Santa Joaquina de Vedruna. «Cerramos por las tardes al no disponer de terraza. En verano baja un montón la cosa y el consumidor todavía prefiere sentarse fuera a pesar del aire acondicionado del interior del local. Desde julio hasta septiembre siempre son fechas flojas, pero es que este año la gente ha salido corriendo. Se ve que había muchas ganas y que se han ido por lo que pueda pasar», concluye Padilla. 

Zulema Padilla, propietaria de la Taberna de Santi. SILVIA SÁNCHEZ FERNÁNDEZ

Otro de los factores que también influye en los ingresos de los hosteleros de la capital durante el verano es el emplazamiento de Cáceres, «una ciudad de paso para todos aquellos que veranean en la costa andaluza», tal y como recuerda María Jésica Guerra, del bar Al-Andalus 3.0 Papi (generosos pinchos y un trato agradable), ubicado en la Avenida Isabel de Moctezuma. «El cliente de entre semana más o menos aguanta, porque parece que aún hay gente trabajando, pero el fin de semana la gente se está marchando de aquí y eso se está notando. Esperábamos una mejor temporada estival», opina Guerra.

María Jésica Guerra, del Bar Al-Andalus 3.0 Papi. SILVIA SÁNCHEZ FERNÁNDEZ

Aunque la ciudad con menos habitantes tiene sus ventajas. La mayor parte de los vecinos coinciden en que se encuentra aparcamiento con más facilidad y que hay menos colas y aglomeraciones. «Cáceres está medio vacío, pero la poca gente que hay se mueve bien», asegura José Luis Mateos, camarero del restaurante Plata Domínguez (un producto de primera calidad y una elaboración tradicional), se encuentra en la avenida Antonio Hurtado. Además añade que «estos meses son tranquilos. Somos un punto de reunión y disfrute seguro, pero debemos ser siempre cautos porque el virus sigue ahí fuera», admite Mateos. 

José Luis Mateos, camarero del Restaurante Plata Domínguez. SILVIA SÁNCHEZ FERNÁNDEZ

En este sentido, cabe destacar que los establecimientos consultados por este diario coinciden en que las horas de mayor afluencia se dan a partir de las 21.30 o 22.00 de la noche. «Son muy pocos los que salen en las horas del mediodía o antes de las ocho y media de la tarde a tomar algo», indica María José Rosado, responsable del bar El Rinconcito de María (buen desayuno con tostada y predominan los alimentos locales de temporada. Disponen de una magnífica diversidad de aperitivos), ubicado en Reyes Huertas. 

María José se lanzó a principios de julio a la aventura de abrir su negocio y afronta el reto con ilusión. «El verano vacía Cáceres por regla general. Entre semana hay algo de trabajo, sobre todo a primera hora y cuando se va el sol. El local está en una zona donde viven numerosos estudiantes y se encuentran de vacaciones. A partir de septiembre con el inicio del nuevo curso escolar, aumentará el trasiego de clientela diaria», resalta Rosado. 

María José Rosado, responsable del Bar El Rinconcito de María. SILVIA SÁNCHEZ FERNÁNDEZ

«Lo importante es dar pasos hacia adelante y no hacia atrás, porque es el único camino para flexibilizar el sector», manifiesta.

El coronavirus pone en alerta al sector, que clama porque no se les vuelva a criminalizar y se les permita trabajar

Finalmente, el aumento de casos por covid-19, con la quinta ola en marcha y con un elevado número de contagios en la provincia cacereña, ha puesto en alerta al sector hostelero, clave en la economía local, que clama porque no se les vuelva a criminalizar y se les permita seguir realizando su maravillosa labor, sobre todo, de cara a las próximas fechas «porque no podemos permitirnos otro cierre», en relación a los meses que han estado cerrados, con condicionantes para poder abrir y con limitaciones para acoger a los usuarios a fin de evitar la transmisión. Por ello, inciden, en que no pueden volver «a pagar los platos rotos» y apelan nuevamente a la responsabilidad de toda la sociedad