Alejandra (11 años) y María (8 años) tienen una lista. Enumeran de carrerilla todas las atracciones en las que tienen previsto subirse: el dragón, el ratón vacilón. Lo hacen mientras su madre duda con un gesto y argumenta que esas son demasiadas. El entusiasmo de las más pequeñas en su entrada al recinto ferial este viernes se contagia también a los mayores. «Llevábamos dos años sin feria y hemos vuelto con ganas por ellas», añade. Sostiene además que los más pequeños han sido los que más han sufrido las consecuencias del confinamiento y los que mejor lo han sobrellevado en este tiempo y por este motivo, agradece que poco a poco se recupere cierta normalidad y regresen celebraciones como la feria.
No saben si regresarán más días, pero este viernes se dirigen ya a festejar su merecida recompensa. A unos metros, Valeria (3 años) recorre el recinto en compañía de sus padres. Cuando tenía un año no era consciente y cuando cumplió los dos, la pandemia paralizó todo. Ahora, con uno más y un escenario completamente diferente, sus progenitores aseguran que en cuanto el ayuntamiento anunció que se celebraba San Miguel ni se plantearon no acudir al menos un día. «Me daba en el alma que no conociera la feria, hemos venido para que la viera y empezara a familiarizarse con las atracciones y las luces y la vida que existía antes de la pandemia», pone de manifiesto su madre.
En esta segunda jornada, primera completa tras la inauguración oficial, que amaneció más apacible en cuanto al cielo, coincidieron de forma unánime todos, tanto asistentes como feriantes. «Es un alivio volver», ponían de relieve mientras se adentraban en una marabunta que bien se parecía a la previa a la pandemia salvo por que prácticamente todo el mundo portaba su mascarilla. Una salvedad que puede asumirse si a cambio la ciudad vuelve a recuperar su rutina, y también si a celebrar se refiere.