Fue su hermana quien prendió la llama al proponerle que le pintara un abanico de inspiración taurina. Carmina Santos comenzó a buscar motivos indagando en su pasión por el toreo y a ese abanico le han ido siguiendo luego otros, primero para conocidos, luego para pequeñas exposiciones y ahora para que la colección Aires de toreo, se luzca en la catedral mundial del arte taurino que representa la plaza madrileña de Las Ventas

«Estoy en una nube. No puedo llegar más alto porque no hay más peldaños», cuenta emocionada al otro lado del teléfono desde la sala Antonio Bienvenida del coso que alberga su colección. Son 19 abanicos y 15 acuarelas inspiradas en momentos concretos de algunas de las figuras que de algún modo han marcado a la artista. Muchas componen los carteles de la Feria de Otoño que se celebra ahora en el coso. «Todas las piezas están a la venta y todo lo que se recaude con ellas se destinará a los afectados por la erupción del volcán de La Palma», cuenta de su propósito. El primer día ya se habían reservado cuatro abanicos.

Entre la colección hay un lugar destacado para el cacereño Emilio de Justo, que hoy estará además en Madrid presentando junto a Santos la exposición. 

«Su abanico está inspirado en el vestido color sangre y oro que tantos triunfos le ha dado, como las tres orejas de 2017 o su encierro con 6 toros de Victorino Martín en Hervás, que supuso el punto de inflexión de su carrera», recuerda. Pero junto a él hay homenajes en forma de abanico a otras figuras actuales, como El Juli, Perera, Morante de la Puebla, José Tomas o Juan Ortega, del que admira «su toreo clásico»; pero también otras que ya no pisan ya los ruedos, como Luis Francisco Esplá (pintor además de torero) o Cristina Sánchez, la primera torera en España, que este fin de semana ha sido una de las que ha pasado por la exposición. Su abanico es de color violeta con pensamientos y está inspirado en un traje de la torera cuya historia trajo a Santos el recuerdo de su padre. 

Algunas de las piezas, dedicadas a El Juli y Manzanares. EL PERIÓDICO

«Ella se lo encargó a su sastre personal, depositando en él toda la confianza para que eligiera el color y los motivos, como muchos clientes de mi padre hacían con él en su sastrería», recuerda la artista.  

Muchas de las piezas están adornadas con cristales, lentejuelas y bordados que simulan elementos característicos de los trajes de luces como los perfiles arabescos, los alamares o los machos, pero en las entretelas de todas ellas lleva cosido además el permanente recuerdo de su padre en esta colección: «Fue él quien potenció la pintura en mí desde niña, el que me inculcó la afición por el toreo y el que, como sastre que era, me hizo valorar el trabajo que hay detrás de cada uno de esos vestidos que son auténticas obras de arte. Todo esto es por él y va por él».