La gente no compra más lotería en tiempos de crisis. Las administraciones cacereñas desmienten categóricamente este tópico y explican que la menor disponibilidad económica influye en todo. De hecho, tras la debacle de 2008 y durante el covid, los resultados han sido evidentes. Sin embargo, pasado lo peor de la pandemia, lo que sí aprecian es la vuelta del público con una ilusión renovada a las ventanillas, con ganas de hacer cosas que llevaban tiempo sin probar ni atreverse.

Y a la hora de apostar, no todos los juegos tienen el mismo atractivo. Los despachos cacereños constatan que la Primitiva «es el clásico de toda la vida», el preferido por los ciudadanos. También tiene mucho tirón la Bonoloto. Y en los últimos años destaca el fuerte auge de Euromillones, sobre todo cuando acumula botes extraordinarios que hacen soñar a los europeos. En diciembre habrá uno de 130 millones y los loteros saben que atraerá público.

La que pierde fuelle es la Quiniela al carecer de una hora determinada de cierre de apuestas (varía según los partidos). En cambio, la Lotería Nacional mantiene en cierto modo sus ventas y permite a las administraciones fidelizar abonados. En cuanto a la Lotería de Navidad, es sin duda la más especial y compartida. Sin embargo, la Lotería del Niño no goza de tanto arraigo: se nutre principalmente de quienes han tenido boletos premiados el 22 de septiembre y acuden a canjearlos.